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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Variedad de Prometeos

Prometeo, el creador del género humano en la mitología griega, el que robó el fuego a Júpiter para dárselo a los mortales, es el pretexto de la entrega de este fin de semana del interesantísimo ciclo que la ONE titula Música y mito. Se nos ofrecían cuatro rostros distintos del titán pero uno resultaba a priori especialmente interesante, pues se trataba de un estreno: Epitafio de Prometeo, de Alfredo Aracil (Madrid, 1954).

Tras el héroe más bien ligero presentado por Beethoven en Las criaturas de Prometeo -de la que se dieron unos fragmentos- y él un punto ampuloso en su dramático esfuerzo que nos pinta Liszt en Prometeo -dos obras que no representan lo mejor de sus autores-, Aracil resume todos los retratos del personaje en una especie de recapitulación que pareciera, como su título sugiere, una suerte de adiós. Es por eso, música nostálgica, evocadora de alguna acción pasada reflejada en un presente crepuscular. Las olas sonoras se suceden, como si quisiera permanecer un paisaje sobre el que el protagonista -piano y percusión en una presencia que pareciera afirmarse desde la conciencia del fin- fuera articulando el relato de su presente desde lo que fue. Prometeo se mira en su espejo y su reflejo nos llega a través de las características más personales de Aracil: la exquisitez en el tratamiento tímbrico, la elegancia orquestadora, la sutileza de la cita propia del conocedor de la tradición y sus guiños. Cerca de un cuarto de hora de sugerencia evocadora, de mantenimiento de una tensión nunca desbordada, pues aquí lo titánico es ya una luz que se apaga. Magnífica música.

Prometeos

Ciclo de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Josep Pons, director. Gerardo López Laguna, piano. Obras de L. W. Beethoven, Franz Liszt, Aracil y Scriabin. Auditorio Nacional. Madrid, 10 de febrero.

La ONE sirvió muy bien el estreno y resolvió sin problemas mayores las obras de Beethoven y Liszt. En Scriabin hubo una buena progresión en ese discurso envolvente, carnal y mental al mismo tiempo que propone el rarísimo ruso y que Pons, como demostrara hace años con el Poema del éxtasis, comprende perfectamente. Seguramente hoy domingo se atarán del todo algunos cabos que el viernes hubieran aportado un poco más de enjundia expresiva a una música peculiar donde las haya. Excelente de todo punto el pianista Gerardo López Laguna.

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