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La imagen de Mahoma no es tan tabú

Guillermo Altares

UNA CÉLULA DE AL QAEDA fue desmantelada en 2001 cuando planeaba un atentado en Bolonia (Italia). Su objetivo fue fijado hace siglos: la iglesia de San Petronio, concretamente un fresco del siglo XV de Giovanni de Modena en el que aparece Mahoma en el infierno. La pintura, por otra parte apenas visible, había sido objeto de una oleada de protestas. El conflicto de las caricaturas no es el primero, ni será el último, en torno al tabú de la representación del profeta en el islam, aunque muchos expertos consideran que esta prohibición no es tan rotunda.

Museos de Nueva York, Boston y Los Ángeles o las bibliotecas nacionales de París, Estambul y Edimburgo albergan joyas del arte islámico en las que aparece la figura de Mahoma; tapices, manuscritos o dibujos. "Nunca ha habido una prohibición explícita", explica Juan Vernet, traductor del Corán y uno de los grandes arabistas españoles. "Hay muchos ejemplos de representación de Mahoma en el arte islámico, pero la tendencia más radical contra las imágenes es la que ha prevalecido", agrega. El arqueólogo experto en islam Joan García Biosca cita dos escuelas especialmente importantes, "los Il-kanes, una dinastía de origen mongol que gobernó Oriente Próximo los siglos XIII y XIV, y los Safavi, que dominaron Persia a partir del siglo XVI". Un ejemplo entre tantos otros es el manuscrito persa de Yami al Tawarij (1314-1315), de Rashid al Din, conservado en la Biblioteca Universitaria de Edimburgo, que muestra el nacimiento de Mahoma como si fuese una natividad, con una gran influencia cristiana.

La polémica en torno a las imágenes arranca en los orígenes del islam porque, como explica García Biosca, "esta religión nació en medio de la querella iconoclasta en Bizancio, que tuvo una influencia fundamental sobre los primeros musulmanes". En 730, el papa León III prohibió y mandó destruir todas las imágenes religiosas, lo que provocó un violento enfrentamiento que se prolongó durante más de un siglo. La querella acabó con la autorización para venerar los iconos. Entre los musulmanes, la tendencia que preponderó fue la contraria. "El islam suní siempre ha sido refractario a la figura humana, una posición muy estricta que se ha acrecentado porque los wahabíes [la interpretación más estricta del islam, promovida desde Arabia Saudí] han convertido este hecho en un elemento indiscutible", agrega García Biosca.

La representación del profeta no está prohibida explícitamente en el Corán, aunque sí en los hadiths, la tradición que recopila los hechos y dichos del profeta. Los chiíes permiten las imágenes de los imanes Alí y Husein (no de Mahoma). La interpretación más estricta dentro de los radicales, la que llevó a los talibanes a destruir los budas de Bamiyán, es minoritaria.

En cualquier religión y cultura, la representación de las figuras sagradas más allá de los límites estrictos de la ortodoxia ha sido siempre polémica, y no hace falta sumergirse en la Edad Media. En el caso del islam es todavía más delicado, incluso cuando se realiza con un cuidado exquisito, como en la película Mahoma, el mensajero de Dios (1976), en la que Anthony Quinn interpreta a un tío del profeta, mientras que éste no llega a aparecer nunca: cuando hablan con él, los actores se dirigen directamente a la cámara.

Con este filme, el realizador sirio Mustafá Akkad -que luchó por difundir el mensaje del islam y murió en los atentados de Al Qaeda del pasado 11 de noviembre contra dos hoteles de Ammán- quiso que los musulmanes tuviesen su propia película épica, como Los diez mandamientos. A pesar de contar con el visto bueno de importantes autoridades religiosas, nunca ha llegado a verse ni en Egipto ni en Arabia Saudí. Maurice Jarre recibió una candidatura al Oscar por la banda sonora, pero el filme no tuvo el éxito esperado. Tampoco triunfó la película de dibujos animados Mahoma, el último profeta, en la que el director Richard Rich utiliza la cámara subjetiva para evitar la representación. Su estreno en

EE UU se retrasó casi dos años por los atentados del 11-S.

Como demuestra el complot contra la iglesia de San Petronio o las peticiones por parte de musulmanes de EE UU para que se cubra una figura de Mahoma que aparece en un friso de los años treinta que adorna el Tribunal Supremo de Washington, la polémica provocada por el Jyllands-Postten no es nueva. Aunque muchas veces la chispa no ha saltado. El episodio Super Best Friends de la destructiva serie South Park, emitido por primera vez el 4 de julio de 2001, no provocó grandes protestas a pesar de que Buda, Jesucristo y Mahoma aparecen convertidos en superhéroes que luchan contra la cienciología.

Ilustración persa que muestra al profeta
Ilustración persa que muestra al profeta

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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