"Nos tratan como muebles o animales", dice una meretriz
"Hay gente que tiene unos vicios muy raros. Te piden que les pisotees; te dicen que quieren ser tu esclavo..." Tatiana, una venezolana de 32 años que se prostituye en Montera, no tiene pelos en la lengua. Ni sobre su forma de ganarse la vida ni sobre la peatonalización de Montera. "Todos necesitamos un trabajo para sobrevivir. Los políticos no piensan en el resto. Nosotras no delinquimos, sino que hacemos algo que es normal", se queja Tatiana, que lleva cinco años en España y al día hace "tres o cuatro servicios" sexuales.
La mayoría de las prostitutas de la calle no conocían los planes municipales para convertir la calle de la Montera en peatonal. Muchas, ni siquiera hablan español. "No lo conozco. No hablo español, no sé. Sólo dos meses", contestan Nélida y María, meretrices rumanas de 22 y 21 años. "Yo se lo he explicado. Ya les he dicho que ya no van a entrar coches y que va a haber mucha policía, pero no son conscientes de las consecuencias", explica María, una de las madames de los burdeles, que se enteró de la medida municipal "por la televisión". Ella asegura velar por los intereses de las prostitutas. "Estoy totalmente en contra de todo lo que perjudique a las chicas. Ellas no les importan a nadie; y alguien tiene que defenderlas", argumenta.
Las mujeres que regentan los burdeles aseguran que tienen muchos gastos: "900 euros de luz, gasto en jabón y en papel higiénico, en lavadoras. Somos trabajadoras que tenemos que sacar algún beneficio", justifican.
A la calle de Valverde
"¡La policía está todo el día acosándonos a todas horas! ¡Que nos dejen en paz! ¡Tenemos que comer!", dice otra prostituta, también rumana, en perfecto castellano. "A las mujeres no se nos puede desplazar como si fuésemos animales o muebles", añade. La mayoría no contempla ni de lejos la posibilidad de quedarse sin clientes. Y si eso ocurriese, lo tienen muy claro: "Me movería enfrente. La calle de Valverde estaría bien", contestan varias por separado.
Prostitutas y comerciantes conviven en Montera. Los segundos se han hartado de repetir que no tienen nada en contra de las meretrices, sino del ambiente que genera la prostitución en la calle. "Éste es el peor sitio que hay para captar clientes. Estoy en un primer piso de un edificio ruinoso; siempre tengo una puta en el portal y tengo muchísimos problemas para realizar la carga y descarga", se quejaba un comerciante que prefiere quedar en el anonimato. Él resiste con su comercio de más de 50 años y su alquiler de renta antigua. Apenas ya tiene clientes. Al salir de su negocio, un cartel dice: "Gracias por su visita".
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