'Syriana' denuncia las corrupciones de los amos del petróleo
George Clooney presenta la película, fuera de concurso, en el festival de Berlín
Las películas presentadas en el día de ayer fuera de concurso o en secciones paralelas despertaron mayor interés que las que competían en la sección oficial. Tanto la norteamericana Syriana, de Stephen Gaghan, que ha contado en Berlín con la rutilante presencia de George Clooney, como la hispano-argentina Derecho de familia, de Daniel Burman, presentada en la sección paralela Panorama especial, han atraído la atención de los cronistas con mayor fuerza que las dos débiles películas de la sección oficial.
En la calle principal del nuevo barrio en que se celebra el festival hay durante el día multitud de cuervos graznando, que se convierten por la noche en oscuros vigilantes desde los despoblados árboles del paseo. El recuerdo de la película de Hitchcock acentúa el toque siniestro de su imagen. Pues bien, la película Syriana habla igualmente de cuervos, en este caso peligrosos de veras, de ambiciosos hombres de negocios y de oscuros intereses políticos, que dejan tras la proyección la insoportable inquietud de que vivimos en un mundo que no conocemos realmente, y de que nuestros destinos están manejados por cuervos desconocidos.
Sin embargo, Syriana tiene un argumento tan intrincado que probablemente su director y guionista, Stephen Gaghan, no haya pretendido que siguiéramos su hilo, sino que más bien nos dejáramos impregnar de una sensación confusa sobre los enmarañados intereses comerciales y políticos que existen alrededor del petróleo. La compleja acción se desarrolla simultáneamente en diversos países, y en episodios cuya brevedad no permite familiarizarse fácilmente con sus personajes. Poco a poco, sin embargo, el espectador va componiendo el rompecabezas, aunque luego le será difícil poder resumir la trama. Retiene en la butaca, no obstante, el rebuscado misterio del enredo y la presencia de George Clooney como agente de la CIA (ojo a la secuencia en que le arrancan las uñas); Matt Damon como un experto en energía, ambicioso y frío; William Hurt, en una breve aparición, como el único hombre que parece entenderlo todo...
En Derecho de familia, el argentino Daniel Burman, que hace dos años obtuvo merecidamente en este festival el Oso de Plata con El abrazo partido, retoma la imagen del padre como un referente sustancial y cuenta de nuevo con el magnífico actor Daniel Hendler (también Oso de Plata en Berlín), que en esta ocasión interpreta al joven abogado Perelman, hijo del abogado Perelman, con cuya picaresca manera de trabajar no coincide. El padre suele entablar amistad con sus clientes mientras que el hijo ni los conoce. Sin embargo, la larga sombra del padre se extenderá más allá de su muerte, quizá hasta lograr con el tiempo que su nieto acabe siendo un nuevo abogado Perelman. Tal vez nadie pueda deshacerse de las herencias y esté destinado a pisar las huellas de otros, o puede que el empeño sea precisamente el de borrar esas huellas, lo que viene a darles la misma trascendencia. A Burman, evidentemente, le preocupa el tema y a él ha regresado, aunque con menos fuerza que en su espléndida película anterior.
No se puede decir lo mismo de las películas a concurso. Tanto la austriaca Slumming, de Michael Glawogger, como la danesa En Soap, de Pernille Fischer Christensen, son películas viejas, aunque vengan firmadas por directores jóvenes, y poco han ayudado a mejorar el nivel de la competición. En todos los festivales aparecen películas menores, incluso malas, pero que sean precisamente las del concurso no deja de ser frustrante. Suele ocurrir.
Babelia
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