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FÚTBOL | Ida de las semifinales de la Copa del Rey

"¡El Príncipe del Gol, Diego...!"

Jordi Quixano

Seiscientos euros de multa le costaron al Zaragoza la semana pasada los insultos de un sector de su público a Robert, delantero de color del Betis. Otros tantos la temporada anterior por meterse con el ariete barcelonista Eto'o, a quien además lanzó cacahuetes. Y anoche, en un lance del encuentro, parte de su hinchada insultó con los consabidos gritos simiescos a Roberto Carlos, objeto de ira permanente en La Romareda por su teatralidad sobre el césped. Fue cuando el lateral madridista disputó con Ponzio el balón para que no saliera por la línea de fondo y cuando aseguró no haber concedido córner en última instancia. La grada soltó entonces al brasileño epítetos racistas. Menos mal que los esplendorosos y magníficos cuatro goles de Diego Milito, Diegol, no sólo sosegaron los ánimos, sino que animaron el cotarro hasta convertirlo en un fiesta.

Roberto Carlos, con un gesto reprobador, recriminó a los espectadores sus aberraciones. Espoleta idónea para aumentar los decibelios de los abucheos. Así, el zaguero se presentó con buenas intenciones al colegiado, con la idea fija de que mediase en la discusión unilateral. Pero Pérez Burrull, conciliador, debió de decirle: "Ignórales. Tú, ni caso...". Aunque protestó un poco más y prosiguió con la rabieta otro par de jugadas, Roberto Carlos claudicó en su empeño. La hinchada blanquilla, sin embargo, pronto cesó en sus increpaciones. Pero aún tuvo tiempo de acordarse en reiteradas ocasiones de la madre de Beckham, criticar a Guti o silbar a Robinho. Diego Milito descargó el ambiente al perforar en cuatro ocasiones la portería de Casillas.

"¡El Príncipe del Gol, Diego...!", se incitó por la megafonía del estadio al cantarse la alineación inicial. "¡Milito!", respondió al unísono la hinchada. Forjado en la cantera del Racing de Avellaneda, criado en Buenos Aires junto con su hermano y compañero de equipo Gaby, hijo de padre futbolista -aunque amateur-, el delantero argentino agradeció el gesto, el amor que le profesa La Romareda, como sabe: con goles. Con cuatro. Y ya suma seis en la Copa. Casualmente, los otros dos tantos se los endosó al Barcelona. En la Liga lleva 11.

Diego, que llegó del Génova, de la Serie B italiana, y que descendió a Tercera por asuntos legales, al principio de temporada, cargó la losa de suplir a Villa, traspasado al Valencia tras ser el delantero estrella del Zaragoza durante las dos últimas campañas. Pero desde Cádiz, desde hace poco más de dos meses, ha anotado 13 goles.

Los ánimos se volvieron a encrespar cuando, tras un manotazo de Sergio Ramos a Álvaro, el colegiado mostró únicamente la tarjeta amarilla a ambos. Pero los goles de Diegol siguieron siendo la mejor receta para calmarlos.

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