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Reportaje:

La crisis del PA y alrededores

Los andalucistas siguen una estrategia dispersa mientras crece la presión de los disidentes

Decía Julián Álvarez al iniciar su mandato como secretario general del Partido Andalucista en diciembre de 2004 que las querellas internas serían flor de un día. Ha sobrepasado el año y el jardín andalucista apenas se deja ver entre los frondosos arbustos de la pelea sostenida que, además, están alcanzando una peligrosa altura más allá de los muros del partido. Con el abandono del alcalde de Almuñécar, Juan Carlos Benavides (quien se lleva consigo a su agrupación), se va engordando el grupo de ex militantes andalucistas -Pedro Pacheco, Juan Carlos Soriano, Javier Aroca, Patricio González- que intentan ensamblar una alternativa electoral a su formación matriz.

La dirección del PA le resta importancia tanto al número como a los protagonistas, de los que destaca su poca sintonía entre sí, amén de una credibilidad nula. Si bien es cierto que todos son viejos enemigos y que sus disputas públicas han llenado páginas enteras de elaboradas ofensas mutuas, también lo es que la política propicia alianzas extravagantes. El histórico dirigente Pedro Pacheco, expulsado por Antonio Ortega -cuyos brazos ejecutores eran Javier Aroca y Juan Carlos Soriano (ex secretario de Organización)- mantiene ahora frecuentes reuniones con sus otrora contrincantes.

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Tras recuperar para una nueva formación las emblemáticas siglas PSA, y con la concejalía de urbanismo de Jerez como soporte institucional, Pacheco es el principal promotor de la reagrupación de las dispersas cuentas del collar andalucista que se han ido desprendiendo en los últimos años. En Sevilla la idea es concitar efectivos suficientes para concurrir en las elecciones municipales de 2007 con una plataforma llamada Junta Cívica, en la que estarían entre otros, Fernando Álvarez Osorio, Aroca, Soriano o Manuel Cobacho.

Los disidentes de Huelva, cuyo referente es el diputado Miguel Romero (quien, sin embargo, sigue aún dentro dentro del PA), la percha es la Asociación Nacionalista Andaluza (ANA), una organización, sostienen sus estatutos, de naturaleza cultural. Impulsada por Benavides, la ANA se constituyó el 15 de junio en Granada con estas características para sortear el reglamento andalucista que prohíbe expresamente la creación de corrientes internas.

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Un fallido intento anterior casi le cuesta la expulsión fulminante al citado alcalde de Almuñécar, a Soriano, Romero, al secretario provincial de Cádiz, Alfonso Andrade, y al ex alcalde de San Fernando y diputado Antonio Moreno. Todos, junto con un grupo de militantes, presentaron en el delicado instante de la crisis del Consejo Audiovisual -el PSOE metió en su lista a Javier Aroca, con el posterior escándalo- una plataforma con nombre incluido: Más andalucismo. Dieron marcha atrás, y Moreno se descolgó de la corriente que, como queda dicho, se transmutó en ente cultural.

A la ANA se ha agarrado también el ex alcalde de Algeciras, Patricio González, quien decidió abandonar el PA a finales de junio pasado tras proclamar que sus diferencias con la dirección de Julián Álvarez eran insalvables y habían alcanzado un punto de no retorno. Ya fuera de la alcaldía (que regentó durante 12 años), pero en coalición de gobierno con el PSOE, González es otro de los pilares de la tentativa de un nuevo partido extramuros del PA. Algunos de los divergentes más notables están buscando nombre para la criatura, aunque es difícil, porque la ley obliga no sólo a que las siglas no coincidan sino a que el parecido evite cualquier posible confusión.

Siguiendo el símil del propio Julián Álvarez, dentro del partido, las querellas que eran flores de un día, además de hacerse resistentes, han echado brotes. Una vez cerrada con una victoria la correosa crisis de Huelva -dirimida, para más padecimiento, en los tribunales, después de que Miguel Romero denunciara en el juzgado anomalías en el censo del congreso provincial-, Álvarez decidió cumplir con el mandato de los estatutos de elegir al candidato a la presidencia de la Junta en elecciones primarias.

Su equipo creyó que era hora de una exhibición de unidad y respaldo al líder. La cosa salió torcida. El alcalde de Utrera, al que todos llaman Curro Jiménez, quien había ido al cónclave con Álvarez, se presentó como alternativa. Enseguida los que ya tenían un pie fuera del partido lo volvieron a meter al ver una oportunidad de desgaste. Lo hubo, desde luego, aunque el entuerto se cerró pronto al decretar los organizadores de la competición que Jiménez no había logrado reunir los avales pertinentes.

Con la crisis que no cesa en el interior del partido y la que fomentan los alrededores, la ejecutiva de Álvarez ha hecho una apuesta muy fuerte en la reforma del Estatuto, de difícil comprensión en algunos momentos. Después de redactar un texto global propio, poner el énfasis en que existe un proyecto alternativo ha sido la prioridad, aún a costa de que el flanco parlamentario haya quedado al descubierto al abandonar la ponencia justo antes de que finalizara. La dirección sostiene que la línea es coherente y pretende huir de actitudes erráticas, aunque los demás partidos lo que subrayan precisamente sean lo que consideran claros barquinazos.

Un dirigente comenta que tras ocho años de gobernar con el PSOE en la Junta y el vuelco de una dirección completamente nueva, los tropezones son frutos del desgaste del tránsito. Ha pasado un año.

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