Antonio Pérez-Tenessa, consejero permanente de Estado
Acaba de fallecer el consejero permanente de Estado Antonio Pérez-Tenessa, quien ha dedicado la mayor parte de su vida a servir al Estado, esto es, a los intereses generales. El próximo mes de mayo se habrían cumplido 60 años de su ingreso en el Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Toda una vida.
A lo largo de este tiempo, Antonio Pérez-Tenessa ha sido un motor permanentemente encendido, imaginativo, creador, brillante y eficiente impulsor de muchas cosas importantes en Europa y América. La suya ha sido, sencillamente, una cabeza privilegiada. Durante casi 19 años fue letrado encargado de los recursos de agravios y de los asuntos de Hacienda. Como letrado mayor de la Sección Quinta asumió la preparación de proyectos de dictámenes que hicieron memoria sobre los impuestos más nucleares de nuestro sistema fiscal. Desde el año 1985 a 1991 ocupó el cargo de secretario general, en el que, pese a lo que él afirmó, no permaneció silente, mudo ciprés en el fervor de Silos, pues esa viga maestra que en la arquitectura del Consejo es el secretario general, nunca pasa desapercibida, y menos aún cuando está vigorosamente sostenida por quien acumula a raudales inteligencia, tenacidad y amorosa dedicación a la función consultiva. En abril de 1991 llegamos juntos a la Comisión Permanente. Desde entonces, como consejero presidente de la Sección Octava ha tenido bajo su responsabilidad el despacho de las consultas procedentes de los ministerios de Industria, Comercio, Turismo y Agricultura.
Con la doctrina contenida en los dictámenes que, procedente de su Sección, han sido aprobados por el Pleno o la Comisión Permanente se puede publicar un excelente tratado de la parte especial del Derecho Administativo.
Las reformas de la política agraria común, la profunda transformación que, en los últimos años, han experimentado los sectores eléctricos y de los hidrocarburos, la liberalización del comercio interior, la puesta a punto de los mecanismos jurídicos que facilitan nuestras exportaciones, la transposición del derecho comunitario al ordenamiento español, todos estos cambios normativos que los diversos Gobiernos han impulsado, en ejercicio de la función de dirección de la política interior y exterior que les corresponde, han pasado por el Consejo de Estado, donde han encontrado la respuesta lúcida, rigurosa y cooperadora que ha caracterizado el modo de trabajar del independiente consejero que fue Antonio Pérez-Tenessa.
En el pasado le sobró tiempo para hacerse dos veces doctor -en Derecho, con premio extraordinario, y en Filosofía-, diplomarse en Administración de Empresas por uno de los institutos más prestigiosos de España -el IESE, en cuya creación mucho tuvo que ver- y animar y asesorar empresas líderes en ámbitos intercontinentales.
Ya más próximamente, para ser ponente de bastantes memorias anuales del Consejo, autor de publicaciones bien reveladoras de su preferente interés por la historia del Alto Cuerpo Consultivo, investigador en temas -como el genoma humano, el deporte, el régimen jurídico del vino, las telecomunicaciones- de la máxima actualidad y trascendencia, por no hablar de su dedicación a proteger nuestro Guadarrama del alma, o a conservar los vínculos que nos unen con los países del continente americano, que tanto quiso.
Pérez-Tenessa puso siempre su prudencia, su creatividad, su gran cultura, su espléndida formación de jurista al servicio de la función consultiva encomendada al Consejo. Lo que es tanto como decir, al servicio de la seguridad jurídica, de la justicia y de la paz a través del derecho que son los valores que los dictámenes del Consejo siempre han de buscar.
Su fallecimiento causa profundo dolor. Durante más de cinco años compartimos responsabilidades en el edificio de la calle Mayor. Con fundamento puedo decir que el Estado ha perdido a uno de sus mejores servidores.
Fernando Ledesma Bartret es ex presidente del Consejo de Estado.
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