Fiesta 'a La Cubana'
El popular grupo celebró anoche en Barcelona su 25 aniversario con un 'show' de repaso de su trayectoria
Monjas con bigote, coristas de pelo en pecho, Teresinas, highlanders en minifalda -¡ah si Rob Roy levantara la cabeza!-, la escuela de Grallers de Sitges, la marcha triunfal de Aida en todo su multitudinario y faraónico despliegue, lentejuelas, confeti, globos, plumas (muchas plumas), nazarenos ye-yés ("Para ser un nazareno/ hay que ser bueno, bueno, bueno"), Santi Millán haciendo de chino equívoco, José Corbacho cantando Soy minero, y Marta Ferrusola en la platea. Todo esto y mucho más dio de sí anoche la feliz, gamberra, descaradamente kitsch y emotiva fiesta que regaló a sus fieles seguidores La Cubana para celebrar su 25 aniversario y que congregó en el teatro Novedades de Barcelona a numerosos rostros conocidos de la escena y a políticos, como la consejera de Cultura, Caterina Mieras, y el concejal de Cultura, Ferran Mascarell.
La Cubana, compañía que forma parte por derecho propio del disco duro del teatro catalán, de su misma esencia, ofreció como núcleo de la celebración un espectáculo único creado para la ocasión y consagrado a repasar su trayectoria.
En el montaje, un musical que hilvanaba momentos de los diferentes espectáculos de La Cubana, recordándolos y recreándolos a la vez con el juego de filmaciones y realidad del que tanto provecho ha sacado siempre el grupo, intervinieron los actuales actores de la compañía y también todos los que en uno u otro momento formaron parte del mismo. En total más de 120 personas que acabaron todas en escena aplaudidas por el público puesto en pie y aplaudiendo a éste.
Entre los veteranos de La Cubana estaban los populares, mediáticos Santi Millán y José Corbacho. El primero protagonizó un desopilante número de la inolvidable Cómeme el coco negro (1989), caracterizado de chinito de porcelana "medio mandarín y medio mandarón" (sic). "Me llaman el tirachinas", dijo, pero nadie se lo creyó.
Corbacho cantó, del mismo espectáculo, su versión de Soy minero, que trufó de comentarios. "Desafino más que hace quince años, nene", señaló. "Anda que no se os nota que han pasado 25 años", añadió recorriendo con la mirada al auditorio. Corbacho no pudo dejar de hacer una referencia a su Goya recién ganado: "A ver si llego en el tono, que tengo un poco de resaca".
La fiesta se inició ya en la calle frente al teatro Novedades-donde La Cubana representa actualmente Mamá quiero ser famoso-. Una orquesta tocaba en el vestíbulo, había actuaciones en los escaparates de la tienda vecina y las invitaciones se entregaban en una mesa petitoria con damas tocadas con mantilla.
El sonido del mar e imágenes de Sitges, surcadas pronto por un montón de estrafalarios personajes, abrieron el montaje concebido y dirigido por Jordi Milán, el director de La Cubana, que siguió la función en labores prácticamente de regidor y cubierto por una gorra de béisbol. Vicky Plana, cofundadora del grupo, explicó entre bromas y emoción la humilde génesis y los principios de La Cubana, el arranque con una palangana (que conservan) y un radiocasete de segunda mano. "Un teatro sencillo, de pequeñas ideas, fet à la main, de calle". Y fueron cayendo actuaciones, retazos encantadores de todo un mundo original,imágenes imborrables, de Cubana's Delikatessen (1983), de La Tempestat (1986) -la platea volvió a sembrarse de impermeables amarillos, Miranda se quejó a Próspero; "Papá, me estoy mojando"-... Hubo una evocación de las series de televisión (Els Grau, Teresina S.A.), se coreó Me lo dijo Pérez, y "Soy la churrera de España, que nunca te engaña", y "Mummy I wanna be famous". Hubo despliegue de color, apoteosis glamourosas del canon hortera, baile a 45 revoluciones, y muchas, muchísimas risas. No faltó Estrellita Verdiales, la estrella de Cegada de amor -ahora vive, dijo, en Miami-, a la que Millán y Corbacho se unieron en la inmortal Manchegita.
Tras la representación, el grupo celebró una gran fiesta en el aparcamiento del Novedades, en el que se encontraban expuestos algunos elementos escenográficos . Y no faltó a la cita el arroz... a la cubana, por supuesto.
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