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Columna
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Recordatorio

Hace una semana murió mi amigo Diego. A su entierro acudió bastante gente, pero los medios de información no recogieron el suceso porque los medios de información sólo dan notoriedad a lo notorio, y el difunto, en este caso, había hecho lo imposible para permanecer siempre en el anonimato. Tiempo atrás había desempeñado un papel importante en un ámbito local, en un círculo no muy extenso. Poseía una inteligencia notable, una extraordinaria capacidad de asimilación y de síntesis, una memoria prodigiosa y un cerebro ordenado. Más aún: poseía como pocos el don de transmitir sus conocimientos y de confrontar las ideas ajenas con las propias, apasionadamente. Su actitud con respecto a casi todo era crítica sin concesiones.

En una época en que dominaba el panorama cultural de Barcelona una alegre y bulliciosa gauche divine, él representaba a una gauche laica, seca y silenciosa. Pero como era humilde, educado, ingenioso y cordial, podía ser radical e inflexible sin herir. Su interlocutor tenía la sensación de recibir y de compartir, no de estar siendo juzgado. De este modo, en años de incertidumbre y tanteo, estimuló y guió la actividad intelectual y creativa de muchas personas, escuchó muchas tonterías y no dijo ninguna, contrapesó por igual el entusiasmo excesivo y el desaliento estéril. Dejando aparte su amistad, algunos le debemos mucho en otros terrenos. Él, sin embargo, no quiso participar en la carrera. Jamás sabremos si con esta determinación inamovible aumentó o disminuyó sus inquietudes. Lo mismo da. En términos objetivos no fue un malogrado. Se asignó un cometido y no otro. Nada más. Por usar un símil festivo, entrenó a un equipo que no ha ganado trofeos, pero que bien o mal todavía participa en el torneo de la cabezonería utópica. Mientras esto ocurría, él se iba arrinconando, o quizá refugiando en el silencio. No lo sé. La semana pasada murió en forma repentina y prematura. Toda necrológica tiene un componente sentimental y edificante. Estas líneas no pretenden ser tal cosa, sino una reflexión sobre estas personas, de materia sólida pero de existencia efímera, que cumplen una labor y se van sin dejar constancia de su paso en letra impresa. Un recordatorio: el nombre, la fecha y unos versos.

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