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Crítica:LOS SIGLOS DE ORO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El nuestro

Este año en que se cumplen los 250 del nacimiento de Mozart, los españoles tenemos nuestra propia conmemoración, más modesta, sin duda, pero que llega en el mejor momento, justo cuando se recuperan los manuscritos, se editan las obras y se graban en disco las músicas de Juan Crisóstomo de Arriaga y Balzola (Bilbao, 1806-París 1826), un nombre que ha vivido entre el mito de quien pudo haber sido mucho -"el Mozart español"- y la mala suerte de quien no dejó lo suyo bien organizado porque, claro está, no tuvo tiempo. Ahora, gracias al esfuerzo de familiares, investigadores e instituciones, el legado creador de Arriaga, breve pero intenso, espera una edición crítica, conoce nuevas grabaciones y, sobre todo, se va a interpretar, al fin, en las mejores condiciones a lo largo de este año del segundo centenario de su nacimiento.

Los Siglos de Oro

Il Fondamento. Paul Dombrecht, director. Violet Serena Noorduyn, soprano. Robert Getchell, tenor. Hubert Claessens, barítono. Brieuc Wathelet, voz blanca. Obras de Arriaga. Palacio de El Pardo, Madrid, 28 de enero.

Al día siguiente de hacerlo en Bilbao, Paul Dombrecht presentaba en El Pardo, en el marco de la nueva -y excelentemente programada- temporada de Los Siglos de Oro, y por vez primera con base en los manuscritos del compositor, toda la obra vocal de Arriaga, que se resume en una sesión pero cuya importancia da como para que, pasados los fastos propios del caso, no caiga ya nunca en el olvido. Es, naturalmente, la muestra de un talento joven, sometido a influencias evidentes -las de un pasado que aún pesaba y las de sus contemporáneos Boïeldieu y Cherubini-, pero también con datos de evidente personalidad, sobre todo en Herminie y Agar dans le désert, las dos obras mayores de este segmento de su producción a las que se suman otras más pegadas a sus antecedentes como son el Aria de Edipo, el Aria de Medea y la muy pimpante Ma tante Aurore, una curiosa incursión en el género cómico.

Para llevar a cabo la empresa se ha contado con un grupo sensacional como es Il Fondamento, dirigido por su fundador, Paul Dombrecht. Las versiones del músico belga fueron irreprochables, desde la Obertura, opus 20, que iniciaba la sesión, hasta el acompañamiento a los cantantes, al que sólo cabe reprochar un cierto exceso de volumen, más el resultado del tamaño del Patio de los Borbones del Palacio de El Pardo que otra cosa.

Dombrecht y sus músicos dieron una lección de estilo y de clase interpretativa, de empuje y de convicción. Hubo fuerza expresiva a raudales, la que nace de creer en esta música y de encontrarle el punto exacto de su inspiración y de sus resultados para desembocar en una forma admirable de mostrar lo que fue y lo que pudo ser. Se contó, además, con un excelente grupo de cantantes, desde el elegante Robert Getchell al eficaz Hubert Claessens, pasando por la magnífica Violet Serena Noorduyn, una soprano de gran expresividad cuya juventud hace pensar en una carrera interesante. A ellos se añadió un niño, Brieuc Wathelet, que no desafinó en ningún momento. Un concierto que fue, también, todo un descubrimiento que no ha hecho más que empezar.

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