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Columna
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Nieve

El sábado, las estribaciones más cercanas al litoral amanecieron sutilmente espolvoreadas. El manto de harina sobre sus espaldas las convirtió en una humilde avanzadilla de la intensa blancura que las sierras del interior lucían orgullosas en sus crestas, apenas perceptibles contra el horizonte helado. Con la parsimonia de lo inevitable, la ola de frío que ha barrido Europa llegó hasta las playas del Mediterráneo y escondió los paisajes bajo un manto radiante. La fugacidad del fenómeno en estos parajes templados lo convierte, sin duda, en un frágil regalo, una señal o un símbolo. Nieva, y en las montañas lo hace copiosamente, si bien con la timidez de quien ha accedido a un espacio que le está vedado y ha de mantenerse alerta para huir sigilosamente. La radio enumera los problemas de tráfico, desgrana las predicciones meteorológicas y reitera las recomendaciones y las alertas. Alguien evoca pasajes de la lectura que apenas ha concluido mientras observa, tal vez a través de una ventana, los copos que descienden mansamente. "La nieve caía pausadamente y en silencio, como nieva en los sueños", explica el novelista cuando su personaje inicia el viaje hacia una remota ciudad de la Anatolia turca donde habrá de hallar las claves trágicas de su destino, que son también las de su país. Orhan Pamuk escribió hace unos años esta novela triste, como lo son siempre las buenas narraciones, para expresar el dilema de un pueblo atrapado entre el fanatismo de la revolución islámica y el poder militar, entre la nostalgia dramática de unas raíces y la esperanza del futuro europeo. Sobre la remota ciudad de Kars y sobre la cosmopolita Frankfurt nieva casi de la misma manera en la obra de este autor turco que fue acusado por los intransigentes porque dio voz al exterminio de los armenios y los kurdos. Nieva todo el tiempo en Nieve, la novela de Pamuk, premio de la paz de los libreros y editores alemanes en el año que terminó hace poco, como lo hace ahora sobre la mitad del mundo. "Al otro lado de la ventana no había otra cosa sino la nieve que caía". En la televisión, que es donde ocurren todas las cosas al mismo tiempo, la blancura unifica las calles y las plazas, los paisajes y las carreteras. Todas las ciudades son la misma ciudad bajo la nieve.

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