Todos somos Osama

Las huellas del chacal, ese cánido de tamaño medio y complexión grácil que vive en diversos hábitats de Europa oriental, Asia y África, se quedaron en mi parqué, señora Montserrat Tura (Las huellas del chacal, EL PAÍS, 19 de enero), pues yo soy la mujer de uno de los tres detenidos el pasado 11 de enero en Santa Coloma de Gramenet. Mi marido, detenido al salir de una tienda de comprar un fluorescente, ha quedado en libertad sin cargos, lo cual significa que es inocente, y mientras usted dice que la Administración ha de trabajar para garantizar el respeto a los derechos y el cumplimiento de los deberes, yo intento olvidarme del hecho de que 10 desconocidos hayan entrado en mi casa;, hayan vaciado todos mis cajones, incluido el de la ropa interior, hayan hecho fotos de mi dormitorio, y hayan grabado un vídeo de mi recibidor, mi cocina y mi despacho. Si eso es velar por el respeto a los derechos, dígame usted, se lo suplico, dónde han quedado los míos, porque digo yo que antes del 11-E yo los tenía y en algún momento de esa noche los descuidé y me los robaron, como si me hubiesen robado la cartera en el metro.

Todos somos Osama, muy señora mía, que no Omar, ése es otro cuento, porque todos podemos estar en el momento inadecuado y en el lugar menos indicado, y que el lobo de Etiopía o el Chacal de Simien, como usted lo llama, nos levante de un mordisco y nos deje, cinco días después, a 600 kilómetros de nuestra casa, bajo la lluvia nocturna -porque esa noche, exactamente a las 22.30-, llovía en Madrid- con 60 céntimos en el bolsillo, que es el capital del que disponía mi marido, después de haber sido amenazado con ser extraditado y con no ver más a su hija de 22 meses. Después de haber hecho durante esos cinco días una dieta puramente mediterránea, consistente exclusivamente, en zumo, galletas, judías blancas y natillas.

Como usted dice, son muchas las religiones que conviven hoy en nuestros pueblos y ciudades. Y como también dice usted, nuestra sociedad democrática y plural está configurada por una realidad multirreligiosa y multicultural. Me inclino, sin embargo, a pensar que no estamos hablando de un tema religioso, pese a que el terrorismo islámico lo es y mucho, puesto que mi marido y yo nos declaramos agnósticos.

No aspiro a que usted me comprenda porque no es usted la que tiene miedo incluso de sacar la basura, no fuera caso que la acusasen de esconder pruebas dentro del pañal de su hija. No son sus conversaciones las que figuran en el registro de la policía. Y soy yo, y no usted una vez más, quien tiene que hacer una instancia para que me devuelvan los objetos que su chacal ha sustraído de mi casa, dícese el ordenador, las facturas del gas y no se qué más, porque en la acción rápida y contundente que dice usted que ha hecho nuestro ya conocido chacal, se llevó nada más y nada menos que los CD de las fotos de mi boda.