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Columna
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Los espectros

Manuel Rivas

Joan Maragall tenía un proyecto para la reconstitución de España, resumido en la mejor propuesta de ley orgánica, ordinaria y consuetudinaria que se conoce: la llei del amor. Se lamentó cuando, con dudas y desvaríos, se desaprovecharon grandes oportunidades de modernización y lanzó una sugerente diagnosis: "Hoy el pueblo español es un gran Hamlet". Nuestro hoy es diferente. Quizá nunca antes el Estado español ha estado en mejores condiciones históricas de constituirse como un buen hábitat de democracia y diversidad. Pero vivimos también un momento Hamlet. Unos más que otros, hay mucho hamleto. Como el príncipe danés con Ofelia ("¡Venga, a un convento!"), no saben qué hacer con el amor. Y al igual que en el castillo de Elsinor, en el momento Hamlet irrumpen los espectros. El último, detectado en Melilla, respondía a las características de aquel pistolero del tricornio que la emprendió a tiros el 23-F con el cielo del Congreso, en el preámbulo de lo que iba a ser una nueva carnicería nacional. Cuando vean a un espectro, procuren fijarse en sus manos. En concreto, en sus nudillos. Como el predicador falso de La noche del cazador que interpretó Robert Mitchum, los hay que llevan tatuada en una mano la palabra amor, y en la otra, odio. Esta clase de espectros le han hecho mucho daño a este país. Su máxima expresión de amor a España ha consistido en comerse a otros españoles. Por otra parte, es normal que vuelvan los espectros. Hay mucho que ver. Antes, los espectros conservadores preferían el extranjero. Para cambiar. Los espectros españoles, en España, lo pasaban fatal. Volver del más allá, con el trabajo que cuesta, y encontrarse siempre el mismo panorama. Que si martillo de herejes, que si la luz de Trento, que si la espada de Roma. "¡Eso ya lo escribí yo hace un siglo!", denunciaba indignado Menéndez Pelayo en la Sociedad de Autores. Los Balmes, Donoso Cortés y hasta Agustín de Foxá vagaban aburridos por el Retiro. A los muertos les molesta mucho el plagio de los vivos. Pero ahora, para un espectro conservador, España es una maravilla. Es un país de vanguardia, una referencia liberal, y con esa nueva geografía mental de nación de naciones. No hay que asustarse de los espectros. Vienen a ver la novedad.

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