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Desde el Pacífico
Columna
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Diez años en la región de San Francisco

HACE 10 AÑOS EXACTAMENTE aterricé en San Francisco para instalarme y cubrir las tecnologías de la información tal como se pueden ver desde aquí. Una rápida visita a los artículos escritos entonces ilustra algunos cambios esenciales.

Apple era entonces el tercer productor mundial de computadoras (más del 8% del mercado). También estaba al borde de la quiebra. Hoy tiene menos del 5%, pero sus arcas están llenas gracias principalmente a la venta de reproductores MP3.

En un artículo de febrero de 1996 daba detalles de la NetBox, un terminal estúpido, y un proyecto de los jefes de Oracle y Sun Microsystems para destronar al de Microsoft. Funcionaba conectado a Internet, donde se quedaban informaciones e inteligencia. Lo querían vender por 500 dólares. Por este precio hoy puedo comprar en EE UU un PC con un chip de 2.8 Mhz, una memoria viva de 512 k, un disco duro de 80 Gb, un lector de DVD y una pantalla de 17 pulgadas.

En 1996, Apple era el tercer productor de computadoras (8%) y estaba al borde de la quiebra. Hoy tiene menos del 5%, pero sus arcas están llenas gracias al MP3
Los internautas somos hoy casi 1.000 millones. En 1996, 40 millones. Los estadounidenses eran entonces la inmensa mayoría, hoy son apenas el 20%.

Los espíritus han cambiado también. Los tribunales fallaban sobre cosas que ya no hacen mucho ruido: una juez alemana acababa de prohibir el acceso a un sitio norteamericano con propaganda nazi; un marido pedía el divorcio por haber sorprendido a su mujer chateando con otro hombre. En su afán de la moralidad dominante, AOL prohibió todos los sitios con la palabra seno eliminando de una vez hasta los grupos de ayuda a las mujeres con cáncer de la mama.

Para que la gente entendiera era indispensable estar muy atento a lo que pasaba en Compuserve y AOL. Estos dos servicios cerrados atraían entonces a la mitad de los internautas estadounidenses. Existen todavía, pero todos sabemos que lo importante es entrar en Internet.

La edición on line del New York Times tenía apenas 15 días. Al inicio de 1996, escribí una nota en la que calificaba a 1995 como Año de Internet, un continente todavía por descubrir para la inmensa mayoría de nosotros. Citaba un artículo que comparaba el ciberespacio con "San Francisco un año después de la fiebre del oro".

Hemos conocido desde entonces un boom, un desmoronamiento, una madurez y estamos, quizás, en los albores de otro boom.

Internet ahora está en todas partes. Los internautas estamos a punto de llegar a 1.000 millones (internetworldstats.com). Éramos 40 millones a principios de 1996. Los estadounidenses eran entonces la inmensa mayoría, hoy suponen apenas el 20% del total.

La relectura más sorprendente es la de un artículo con un glosario de las siglas y palabras extrañas que aparecían en nuestras vidas de novatos: FAQ, HTML, módem, web, hipertexto, navegador. Piensen en esas palabras (casi) comunes hoy que no existían entonces: blog (palabra del año en 2004), podcast (campeón 2005), los hermanos wiki y wifis, sin olvidar los tags, RSS, folksonomía, P2P y, porqué no Ajax, BitTorrent... Busquen las definiciones en Wikipedia. El 15 de enero de 2006, esta nueva enciclopedia participativa festejó su quinto cumpleaños con 920.000 entradas en inglés y 3,1 millones de artículos en más de 100 idiomas.

La casualidad quiere que uno de los primeros artículos que escribí a mi llegada fuera dedicado a una institución bicentenaria con una larga historia en la promoción del conocimiento. Una atrevida anciana de más de 200 años que se acababa de lanzar sin vacilar en la web: la Enciclopaedia Britannica y sus 66.000 entradas.

Internet ya está en todas partes y si el problema del acceso sigue mereciendo toda nuestra atención, la tasa de adopción está cambiando gracias a los teléfonos celulares. Motorola está sacando uno con un botón de acceso directo a Google. La tecnología ya no nos sorprende mucho. La novedad está en los usos que la gente inventa para ellas. Hace 10 años escribía para un puñado de curiosos. Los demás se burlaban o se oponían. Hoy, todos queremos entender hasta qué punto está transformando nuestras vidas. La cobertura periodística cambia, pero la aventura sigue.

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