_
_
_
_
EL LIBRO DE LA SEMANA

El gran copto

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

IMAGÍNENSE QUE dentro de doscientos años les informan que Octavio Acebes, la pitonisa Lola o Alejandro Jodorowski, por citar tres ejemplos a un tiempo parecidos y distantes, cambiaron la historia del mundo. ¿Qué dirían? Durante el siglo XVIII, el aventurero, el philosòphe y el artista se confunden. De entre los más excéntricos, y en cuanto a calidad humana y genuino talento, Joseph Balsamo, llamado conde Cagliostro, ocupa la escala más baja. El siciliano era un vulgar estafador y proxeneta. Cuando Dumas publicó su novela, aún no eran del todo públicas las grandes memorias del siglo anterior. Los escritos de Casanova, del príncipe de Ligne y de algunos cortesanos que tuvieron oportunidad de tratar a los vivales del Siglo de las Luces, sólo eran manuscritos que pasaban de mano en mano. El golpe de fortuna de Cagliostro fue aprovecharse de un personaje, el cardenal de Rohan, sobre cuya naturaleza coinciden todas las versiones: era tonto de remate. Y ese sujeto se vio involucrado por su mera idiotez en el escándalo que acabó con la reputación de María Antonieta, el llamado asunto del collar. A partir de ahí, la imaginación popular inicia su camino. El momento histórico ayudó, y hoy, tal como se ha olvidado a muchos, recordamos a Cagliostro, uno más de los que se aprovecharon del tedio de los poderosos al tiempo que se dejaban explotar por ellos.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_