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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre bobos solemnes

Ha escrito en su periódico el insigne literato Álvaro Pombo que, "si hay alguien solemne en este mundo es un registrador de la propiedad. No hay nada más exacerbadamente capitalista que registrar propiedades. Tanto los notarios como los registradores de la propiedad son solemnes, y con frecuencia, bobos, después de una terrible, difícil oposición que los deja ahuecados". Y yo, claro, como registrador de la propiedad que soy, he acudido corriendo al espejo para comprobarlo. Y vaya, qué chasco me he llevado, porque bobo no sé, pero solemne no me he visto. Un poco gastado por la vida sí, que ya son treinta y siete años, pero la solemnidad no la he encontrado por ninguna parte.

¿Será que no soy un buen registrador de la propiedad? Puede ser, porque tampoco me veo yo muy ahuecado, al menos no tanto como para anular en mí el hálito literario que nos habita a los dos; al señor Pombo sin duda con más fortuna y mérito que los míos, que para eso le publican en EL PAÍS su catálogo de bobos ahuecados y vive de su digna profesión. Quizá por eso yo, aparte de publicar novelas, cuentos, artículos (que el colega Pombo los busque si quiere, que seguro conoce los medios) con los que apenas saco para pipas, he tenido que dedicarme a algo tan exacerbadamente capitalista como registrar propiedades (profesión que, da la impresión, no estima tan digna como la suya), aunque no logro yo hallar la sinonimia directa entre capitalismo y otorgar seguridad jurídica al comprador de una vivienda, y menos aún entre capitalismo y solemnidad. Quizá para hallarla como hace él, debería no ser yo tan bobo y hueco. Cualidades que, según Pombo, quien debe conocer bien a todos los registradores y notarios (aunque yo confieso no tener el gusto), nos caen del cielo nada más ganar las oposiciones. Vamos, que a nosotros, mire usted por dónde, sí nos hace monjes el hábito, también es mala suerte.

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