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Entrevista:CLARA BARBERÁ TOMÁS | Bailarina de la Rambert Dance Company

"Me cuesta mucho más hablar que bailar"

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Cuánto hace que vive en Londres?

Respuesta. Once años. Me fui con 14. Llegó un momento que si quería ser profesional me tenía que ir al extranjero. Entré en la English National Ballet School de Londres y estuve dos años trabajando.

P. ¿Qué la empujó hacia la danza?

R. Lo que nos empuja a todas cuando somos pequeñitas. Mi madre me vio graciosa y con un poco de salero y dijo: esta niña tiene que bailar. Y empecé en el Centro Valenciano de Danza, de Mari Cruz Alcalá, hasta los 14 años. Tenía que meterme de lleno o mantenerlo como un hobby. Me fui y seguí estudiando hasta que el trabajo me lo permitió. Ahora he retomado los estudios para preparar el futuro, porque esto se acaba pronto.

P. ¿A qué edad muere uno para el baile?

R. Depende de cada persona y de su cuerpo. De lo pronto que se quemen las etapas. Yo empecé muy pronto. Con 16 años entré en la compañía del English y tras siete años de ballet clásico me pasé a moderno. Llegué a solista, pero si quería ser principal tenía que esperar más tiempo y, como la carrera es tan corta, preferí cambiar a moderno. Espero tener unos años más. Tengo 25, pues hasta los 30 y pico o así.

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P. Ha bailado en medio mundo.

R. Sí, en Australia, en Hong Kong, en Japón, en Grecia, en Italia... En España he venido dos veces: una a Barcelona y una a Granada. A ver si se puede venir a Valencia.

P. ¿Cuál ha sido su trayectoria en el English National Ballet?

R. Entré con 17 años con un contrato de cuerpo de baile. Tuve que aprenderlo todo y rápido. Al final llegué a ser solista e interpreté papeles que recuerdo con mucho cariño, cono La Consagración de la Primavera, de Kenneth Macmillan, o Apollo, de George Balanchine. Tras siete años, en los que participé en todas las creaciones de Derek Deane para el Royal Albert Hall de Londres, llegué a un punto que necesitaba un cambio, porque el repertorio de la compañía se estancó un poquito y seguía haciendo año tras años los papeles de solista. Tenía la opción de irme a otra compañía de ballet clásico o me iba a una de moderno. Y decidí probar en la Rambert Dance Company. Llevo año y medio y he hecho papeles importantes también.

P. ¿En qué obra se siente más cómoda?

R. La Consagración de la Primavera fue para mí muy especial porque era mi primer papel principal. Bailas hasta morir. Luego, el Dark Elegies, de Anthony Tudor, ya con la Rambert. Es un papel dramático relacionado con la guerra civil española.

P. ¿Siempre hay que bailar hasta morir para estar en primer línea?

R. Un poco, sí. Metida hasta el fondo.

P. ¿Hay que sufrir mucho?

R. El sufrimiento mayor fue llegar a Londres a mi edad y dejar mi entorno. Luego, la competencia es un poco dura a veces porque la carrera es muy corta. Me da miedo el día que no pueda subirme a un escenario otra vez. Es duro, pero tiene muchas satisfacciones. Sales al escenario a comértelo, a demostrar lo que puedes hacer.

P. ¿Qué experimenta cuando está bailando?

R. Es que no se puede explicar. No se puede comparar a nada.

P. ¿La danza es su lenguaje?

R. Es como mejor me expreso. Me cuesta mucho más hablar que bailar. Totalmente: la danza es mi lenguaje.

P. ¿Hay que irse de aquí necesariamente para vivir de la danza?

R. Cuando yo empecé, sí lo era. Ahora estoy un poco desconectada de aquí, pero espero que haya más posibilidades.

EN DOS TRAZOS

Clara Barberá Tomás (Valencia, 1980) baila en la vanguardista agrupación dancística más antigua de Gran Bretaña, la prestigiosa Rambert Dance Company, a las órdenes de Mark Baldwin. Antes, había pasado siete años bailando clásico en English National Ballet, bajo la dirección de Derek Deane, en la había alcanzado el puesto de solista. Llegó con 14 años a Londres sin saber ni siquiera inglés y ha alcanzado un reconocido puesto en la danza británica. Ahora encuentra tan cambiada Valencia, incluso culturalmente, que le encantaría volver y cree que no echaría en falta nada de Londres.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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