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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Descansar en paz

Mucho me temo que, aunque la intención de la ley es buena, todo seguirá igual. Los bares y restaurantes que tengan menos de 100 metros y que no quieran perder cuota de mercado se limitarán a decidirse por ser para fumadores, ya que los no fumadores llevamos toda la vida yendo y tragándonos el humo de los demás y nunca hemos podido quejarnos, así que todo se limitará a seguir igual. Al final va a resultar que, a pesar de que los fumadores se quejan de que con esta medida se sienten discriminados, los que vamos a tener que ceder, si no queremos dejar de ir a cenar fuera o a tomar una copa, seremos los que no contaminamos el aire de los demás, los que por culpa de otros vemos afectada nuestra salud; en definitiva, los no fumadores.- María Laura Fontao. Getafe, Madrid.

En unas recientes declaraciones a otro periódico de Madrid tuve ocasión de recordar que Julián Marías y José Luis López Aranguren, respectivamente provenientes de los bandos perdedor y vencedor de nuestra Guerra Civil, ofrecieron un tan temprano como soberbio ejemplo de reconciliación nacional cuando -en unión de Pedro Laín- salieron en defensa de Ortega frente a una caterva de clérigos y frailes escolásticos que, encabezados por el padre Santiago Ramírez, pretendían nada menos que impedir la lectura de las obras del maestro común tras su inclusión en el índice de libros prohibidos por la Iglesia.

A partir de ahí, Marías y Aranguren siguieron cada uno su propia trayectoria, no necesariamente coincidente con la del otro, aunque ambos fueron, eso sí, conjuntamente objeto de persecución por parte de la dictadura, que impidió al primero su acceso a la Universidad española y expulsó de ésta al segundo hasta después de muerto Franco.

Por la ejemplaridad de dichas trayectorias considero que les debemos por igual respeto y gratitud, y me atrevo a conjeturar que, de vivir hoy, ninguno de ellos se encontraría a gusto al verse envuelto en polémicas promovidas por rencores y resentimientos que les fueron ajenos, con independencia de las normales y legítimas discrepancias personales que de hecho les separaron en el transcurso de los años.

Y en nombre de aquella gratitud y aquel respeto tan merecidos, querría pedir que, por favor, les dejemos descansar en paz.

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