_
_
_
_

La voz

Juan Cruz

Cuando sale al escenario le reciben los que se saben de memoria sus canciones como si le estuvieran esperando ahí sentados desde hace un siglo, o varias horas. Él llega acompañado de una dama (Olga Román, que luego cantaría hermosas baladas españolas y haría de María Magdalena) a la que despoja del abrigo; luego él se quita también su sobretodo, abre su maleta como de Paul Bowles y se apresta a demostrar que es un clásico al que quiere un público de todas las edades. En medio de las ovaciones y las palmas de un gentío transversal y entregado, declara que después del gatillazo de Gijón, su transatlántico (su orquesta se llama El Titanic, "porque sigue tocando mientras me hundo") atraca en el foro, "donde siempre acojona venir". Cuando abre la maleta cumple varios ritos: sitúa a su izquierda el despertador, extrae un spray y declara entre el regocijo que ha llegado tarde porque pasó por el control antidopaje.

Melancólico como sus letras, pero vital como su declaración de principios ("Ahora que estoy más vivo de lo que estoy"), Sabina convence desde el escenario a los que temen que se repita aquí el síntoma de Gijón. No es Pavarotti, ni falta que le hace, pero sin esa voz a la que la vida le ha ido quitando lo superfluo no podría rasgar el aire con esa pasión y ese convencimiento. A mí me gusta esa voz, es la de sus letras.

Rindió varios homenajes: a Javier Krahe, a Caco Senante, y en la lejanía a Luis Eduardo Aute, a quien le robó la dama con la que entró en el escenario y luego compartió la fábula de María Magdalena. Cuando se acercó al patio de butaca, una chica de Mar del Plata de nombre Lorena, que había venido a Madrid sólo a ver a Sabina, alcanzó a darle un papel que había escrito; le había puesto "cosas lindas". El cantante se guardó el papel doblado en el bolsillo trasero de su pantalón ceñidísimo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_