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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Felices Pascuas

Felicitaba las Pascuas a sus abonados Juventudes Musicales con este concierto que quería unir la vocación de los organizadores de apoyar a los nuevos talentos y el repertorio propio de estos días. Para ello se sirvió de una orquesta de ocasión, la Andrés Segovia, formada por músicos de aquí y de allá que tratan de paliar el inconveniente de su falta de práctica conjunta con lo que parecen ganas de hacer las cosas lo mejor posible. No podía pedirse un sonido demasiado aquilatado ni los buenos detalles que proporcionan los ensayos pero tampoco hubo a lo largo de la sesión inconvenientes mayores.

Lo más interesante de la tarde llegó, sin duda, de la prestación de los tres jóvenes solistas que negociaron el Triple concierto de Beethoven que ocupaba la primera parte. Sobre todo la de la violinista Viviane Hagner, ya de envidiable currículo, que mostró un timbre precioso, un vuelo expresivo de primera fila y una técnica impecable. Por muy bien acompañada que estuviera, daba la sensación de que el contexto le venía un poco corto. A su lado, no estuvieron nada mal sus compañeros. Damián Martínez Marco lució muy buena línea, se entendió perfectamente con Hagner y dio la sensación de ser una promesa bien fundada. El piano es aquí menos lucido pero Pedro Casals no se afligió por eso y sacó de la discreción virtud.

Juventudes Musicales

Orquesta de Cámara Andrés Segovia. Pedro Halffter, director. Viviane Hagner, violín. Damián Martínez Marco, violonchelo. Pedro Casals, piano. Obras de Beethoven y Johann Strauss II. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de diciembre.

La segunda parte estaba ocupada por tres de los valses más populares del repertorio: el Vals del Emperador, Rosas del sur y El bello Danubio azul, de Johann Strauss hijo. A una orquesta que ve los valses una vez al año por la televisión no se le puede pedir más. Además, Pedro Halffter -que había trabajado muy bien en Beethoven- se esforzó por darle a estas obras maestras el vuelo que requieren y mantener el buen ritmo por encima de gollerías que no eran posibles. Faltó ese carácter de poema sinfónico que pueden llegar a tener, pero hubo la suficiente dosis de chispa como para que el público, que obligó a un par de propinas, las disfrutara bien contento.

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