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El ex punk John Lydon resume su extraordinaria carrera en un doble disco

La antología cubre la etapa al frente de los Sex Pistols, PiL y su época electrónica

Diego A. Manrique

Hace cosa de 30 años, un chirriante Johnny Rotten se presentaba como "el Anticristo" y el Reino Unido le creyó a pies juntillas. En 1977 no podía salir solo a la calle y las fuerzas vivas de diferentes ciudades prohibían los conciertos de su grupo, los Sex Pistols. Ahora, con su nombre auténtico, John Lydon (Londres, 1956) tiene su lugar en las encuestas sobre los británicos más queridos y aparece frecuentemente en televisión. Hasta los Pistols han sido canonizados: este año ingresan en el Rock & Roll Hall of Fame, institución que -si hubiera existido entonces- hubieran vituperado.

Lydon, sin embargo, siempre halla motivos para refunfuñar. Por ejemplo, de la escasa atención que se presta a las aventuras musicales que siguieron al grupo que desató el virus del punk-rock: "Virgin me pidió otra antología de los Sex Pistols y tuve que rogarles para que me permitieran compilar una panorámica de mi carrera. ¡Ja!, creo que les da vergüenza comparar la basura que editan ahora con la música que yo les entregaba en los años ochenta y noventa. Están lanzando grupos que imitan a PiL y ni siquiera se les ocurría aprovecharlo". El resultado es un instructivo recopilatorio titulado The best of british £1 notes, que cuenta con una versión audiovisual en DVD. "Ah, debes mencionar que yo tuve que hacer la portada, con Adobe Photoshop".

Se complace en romper los tópicos que todavía le aprisionan: "En 1977, un punk sólo podía escuchar punk-rock y roots reggae. Yo comentaba que me gustaban Van Der Graaf Generator o los primeros Genesis y pensaban que estaba provocando; ahora hasta buscan su influencia en mis discos. Absurdo: Miles Davis también dijo algo agradable de un elepé de PiL. Recuerdo que vendí equipo y un bajo a Kate Bush e hicimos alguna tontería, aunque su música está en las antípodas de la mía".

Hablando desde California, donde reside desde hace años, Lydon muestra poca paciencia con la industria del disco: "Son como viejas solteronas, siempre preparadas para escandalizarse. Cuando les digo que estoy grabando solo, me miran con suficiencia y me empiezan a soltar nombres de productores de moda. ¡Creen que he llegado hasta aquí para convertirme en una especie de marioneta! A mí me gusta colaborar, incluso no me importa repartir los derechos de autor con mis músicos, pero ahora me entretiene más tocar todos los instrumentos o sacar sonidos de objetos cotidianos".

Es puramente una necesidad de expresarse, explica con una voz que rezuma sarcasmo, "ni siquiera tengo contrato discográfico". El dinero no es problema: su esposa posee fortuna familiar, ha vendido los derechos cinematográficos de su autobiografía, Rotten: no irish, no blacks, no dogs, y siempre está la televisión. "Me encantó que Inglaterra se escandalizara cuando participé en I'm a celebrity, get me out of here [uno de esos reality shows donde un puñado de famosos deben aprender a sobrevivir en la naturaleza salvaje], como si cometiera un delito contra el punk. ¿El programa? Era una situación estúpida y felizmente me echaron pronto, aunque a continuación el Discovery Channel me ofreció una serie sobre insectos que he disfrutado inmensamente, aprendo mucho con los documentales sobre animales. Un canal de Bélgica también me pagó para que recorriera el Reino Unido con un historiador belga, hablando con todo tipo de gente. Cuando una cámara está contigo, ya no hay reserva británica. Yo me siento muy irlandés y eso me daba permiso para revisar los tabúes que integran esa famosa diferencia de la que tan orgullosos se sienten los ingleses".

Por ejemplo, la monarquía. Cuando supo que la reina Isabel II celebraría sus 50 años en el trono con un concierto de rock abundante en figuras históricas (Paul McCartney, Brian May, Joe Cocker, etcétera) Lydon escribió ofreciéndose: "Ha perdido sus buenas maneras, ni me respondió. ¿Está enfadada conmigo? Yo cantaba que 'no es un ser humano' y lo que hemos sabido luego nos lo confirma: obligaba a sus hijos a que le hicieran la reverencia, no les atendía si no habían pedido previamente una cita, esas actitudes que serían denunciadas si fuera una madre cualquiera. Está claro que debería haber abdicado a favor del príncipe Carlos, que por lo menos tiene ideas sobre la arquitectura y el medio ambiente".

John Lydon.
John Lydon.
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