Rajoy acaricia la paz en el PP gallego
El triunfo del candidato oficial en la primera vuelta de la sucesión de Fraga refuerza al presidente popular y aleja la crisis interna
Xosé Cuiña, el hombre que desde hace 15 años esperaba el momento de suceder a Manuel Fraga, se recluyó el pasado jueves en la fortaleza de su mansión, en Lalín (Pontevedra), y se hundió en el silencio. Desde entonces casi nada se sabe de quien pretendía desafiar a Mariano Rajoy y tomarse la revancha contra los que hace tres años contribuyeron a echarle de la Xunta aprovechando la división interna que estalló por el modo de hacer frente a la catástrofe del Prestige. Cuiña prometía un PP galleguista que "nunca sería una sucursal de Madrid", como en aquellos días de gloria en que él ejercía de mano derecha de Fraga y dirigía la organización del partido en Galicia sin responder ante nadie más.
Baltar, que hace un año amenazó con escindirse, no descarta ahora apoyar a Núñez Feijoo
El pasado jueves, Cuiña -que declinó responder a las preguntas planteadas por este periódico a los cuatro candidatos a la sucesión- se acostó de madrugada con la amargura de haber comprobado que las bases del partido en Galicia le daban la espalda. Desde el verano, se había gastado un dineral recorriendo pueblos y organizando cenas para recoger apoyos ante la batalla que había venido preparando durante tantos años.
La elección de los 2.150 compromisarios al congreso que el próximo enero designará al sucesor de Fraga le dejó noqueado. Hasta en su provincia, Pontevedra, el antiguo delfín de Fraga fue barrido la pasada semana por los seguidores de Alberto Núñez Feijoo, precisamente el hombre llamado a Madrid para sustituirle en la Xunta tras la crisis del Prestige.
A Cuiña ya le había abandonado Fraga, quien desacreditó públicamente su candidatura. Y de un momento a otro lo hará su viejo amigo José Luis Baltar, presidente del PP de Ourense y acuñador de los términos boina y birrete para designar a las dos grandes familias del PP gallego, los ruralistas y regionalistas, como él y Cuiña, y los identificados "con Madrid".
La elección de los compromisarios ha tenido un resultado tan incontestable que hasta Baltar, que hace un año amenazó con escindirse si no cesaban las injerencias "de Madrid", no descarta ahora dar su apoyo a Núñez Feijoo, el hombre de Rajoy. "Pase lo que pase nosotros ganaremos siempre", alega Baltar.
Desde hace años se había extendido el pánico a que el trance de la sucesión de Fraga provocase la implosión del partido. Los temores se confirmaron al aparecer cuatro candidatos dispuestos a pelear por el liderazgo. La dirección prometió neutralidad, aunque lo cierto es que en las dos últimas semanas parte del aparato regional y provincial se volcó con Feijoo hasta provocar la protesta de los demás candidatos.
Ha habido acusaciones duras, zancadillas y un acalorado debate entre los militantes que siguieron el proceso a través de foros creados en Internet. Pero la magnitud del triunfo de Feijoo, de 44 años y ex vicepresidente de la Xunta, ha calmado la agitación. Desde el pasado jueves, ya se habla de un gran pacto que le permitiría encabezar una candidatura única en un congreso de trámite. Es decir, el escenario soñado por Rajoy para evitar que en su comunidad de origen estallase una crisis justo en el momento en que las encuestas han mejorado las expectativas para su liderazgo en el PP nacional.
Si los cálculos de la dirección no fallan, Feijoo ya puede considerarse el sucesor de Fraga, puesto que se le atribuyen más de la mitad de los compromisarios elegidos. Sólo podría poner en peligro su ventaja un pacto entre los restos del sector ruralista, en desbandada tras el fiasco de Cuiña, para apoyar a Xosé Manuel Barreiro, de 48 años, presidente del PP de Lugo y abanderado de una tercera vía entre boinas y birretes.
Todos los dirigentes consultados lo consideran muy improbable. Desde la dirección regional se pronostica que habrá una candidatura única con Núñez Feijoo de presidente y Barreiro de secretario general.
Cuiña se ha atrincherado en el mutismo hasta que mantenga una reunión con Baltar. Por las declaraciones previas de éste, lo más probable es que se vea abocado a retirar su candidatura.
El cuarto aspirante, el ex consejero de Pesca Enrique López Veiga, de 58 años, se resiste a abandonar, pero no tendrá apoyos para presentarse en el congreso. Él mismo dice que se ha hecho a la idea de erigirse a partir de ahora en la oposición interna para reclamar un partido laico, de centro y que rompa con las prácticas clientelistas que atribuye al sector rural.
A pesar de todo, López Veiga es de los que aún creen que existe cierto margen para la sorpresa. Durante las últimas semanas no ha habido un solo dirigente del partido que no hiciese un reconocimiento en privado. Hay candidatos a compromisarios, decían, que se adhieren públicamente a una persona porque se sienten presionados, pero que aseguran que en el congreso, con voto secreto, cambiarán el sentido de su fidelidad.
El problema es que las candidaturas han de llegar a la asamblea de enero con el aval público de al menos 400 delegados. El proceso para la recogida de las firmas de apoyo se inicia hoy, y, con los resultados de las elecciones de la pasada semana, sólo Feijoo y Barreiro están en condiciones de conseguirlos.
También es cierto que, como apuntan algunos sectores del partido, la dimensión del triunfo de Feijoo resulta un tanto engañosa. Las normas del congreso han permitido que en ciudades como A Coruña y Santiago su lista copase todos los compromisarios en liza sin superar el 60% de los votos emitidos. Si se desciende a esos datos, el partido aún ofrece una imagen dividida. Se mantiene además la fractura entre las provincias: Feijoo y sus birretes vencieron en las dos circunscripciones más urbanas, A Coruña y Pontevedra, mientras Lugo y Ourense aún ofrecen un perfil dominado por los boinas.
Con esa situación tendrá que lidiar el nuevo presidente a partir de enero. De momento, Rajoy y sus aliados han consolidado una posición de fuerza para evitar que después de Fraga sobrevenga el caos.
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