Libia sale del gueto
Desde septiembre de 2003 hasta noviembre de 2004, la procesión fue imparable. José María Aznar, Silvio Berlusconi, Tony Blair, Gerhard Schröder y Jacques Chirac visitaron a Muammar el Gaddafi en Trípoli. Incluso William Burns, secretario de Estado adjunto estadounidense, viajó a Libia hace año y medio para inaugurar una oficina diplomática. El Gobierno de Muammar el Gaddafi, que se aproxima a las cuatro décadas en el poder, ha logrado regresar, 20 años después, desde el submundo de los apestados de la política internacional. El dictador reaccionó a tiempo. Y los inmensos yacimientos de petróleo y gas han hecho el resto.
El régimen fue acusado de respaldar atentados terroristas en Europa, pero sobre todo Washington le imputa -pese a que dirigentes de la organización terrorista palestina de Abu Nidal se atribuyeron la matanza y Trípoli siempre ha negado su implicación- el derribo de un avión de la compañía Pan Am sobre Lockerbie (Escocia) en diciembre de 1988, en el que murieron casi 300 personas. Gaddafi dedujo que mejor no jugar con fuego. Y debió pensar -una vez iniciada la guerra de Irak, en marzo de 2003- que tampoco son imprescindibles pruebas fehacientes para que Estados Unidos y sus aliados emprendan una aventura guerrera que acarree la devastación de un país. No en vano, en 1986, Trípoli y Bengasi ya fueron bombardeadas -pereció una hija adoptiva de Gaddafi- por sus devaneos con el terrorismo. Así que se imponía una rectificación sin ambages. Manos a la obra.
El dictador Gaddafi ha reaccionado a tiempo al regresar a la escena internacional, y los yacimientos de petróleo y gas han hecho el resto
Gaddafi accedió, tras la invasión de Irak, y sin regateos, a cuantiosas indemnizaciones (2.700 millones de dólares) para las familias de las víctimas de Lockerbie, y para las francesas cuyos parientes fallecieron en otro atentado contra un avión de la compañía UTA que explotó sobre el cielo de Níger en 1989. Y más aún, en diciembre de 2003 se plegó a desmantelar inmediatamente sus arsenales de armas químicas y biológicas, y sus programas nucleares desconocidos hasta la fecha. Firmó con Naciones Unidas todos los acuerdos que permiten la inspección de las instalaciones en las que se fabricaban o diseñaban dichas armas. La vuelta al redil está garantizada.
Levantadas todas las sanciones por Naciones Unidas y Washington, Libia es hoy día un muy apetecible bocado. Repsol YPF es ya el principal productor de crudo en Libia. Las perforaciones y los hallazgos de nuevos pozos se suceden. La empresa italiana Agip también está en el ajo. Y los contratos con varias multinacionales del sector se multiplican por su cercanía a Europa, sus más que aceptables infraestructuras y el reducido coste de extracción de petróleo.
La economía de la antigua colonia italiana, cuya población es de unos seis millones de habitantes, comienza a florecer. Si en los primeros años del siglo el crecimiento de la actividad económica era casi imperceptible para un Estado con ingentes reservas de petróleo -38.000 millones de barriles- y gas natural, en 2004 el crecimiento del producto interior bruto rozó el 5%. Quedan, no obstante, escollos de envergadura. El 30% de la fuerza laboral sufre el desempleo; la deuda externa supera los 4.000 millones de dólares; la balanza comercial es netamente desfavorable. Pero sus relaciones comerciales con los países ribereños van en alza. Italia es el primer importador y exportador. España es el segundo destino del crudo libio, aunque, a diferencia de Italia, apenas exporta al país árabe-africano.
Gaddafi, muy rápido de reflejos, eludió el aluvión que ha destrozado Irak y las sanciones que se ciernen sobre Siria. Hoy es respetado allende sus fronteras, y de puertas adentro, aparentemente, no hay sombras sobre su reinado.
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