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Reportaje:PERSONAJE

Isinbayeva vuela con Bubka

La pertiguista de Volgogrado abandona Rusia y a su entrenador para trabajar en Italia con el técnico que hizo al mejor saltador de la historia

Carlos Arribas

Un entrenador de atletismo sabe por experiencia que la química de las relaciones técnico-atleta es un elemento básico para el futuro éxito o fracaso deportivo. También sabe que una relación que rinde éxito no se cambia, que una rutina vital no se toca si no se quiere que todo el trabajo de años se vaya al traste. Por eso, a Jon Karla Lizeaga, entrenador de la pertiguista guipuzcoana Naroa Agirre, le sorprendió tremendamente la noticia de que Yelena Isinbayeva dejaba a a Eugueni Trofimov, su entrenador de toda la vida, dejaba Volgogrado, la ciudad rusa en la que había crecido, dejaba la maquinaria del atletismo ruso, dejaba todos los elementos con los que, a los 23 años, se había convertido en la mejor pertiguista de la historia, en la mejor atleta del momento, quizás.

Las razones del cambio no se conocen, aunque todo señala al elemento económico

"¿Pero, cómo?", se preguntaba Lizeaga; "si tenían una relación perfecta. Si ella era feliz, y se veía en el estadio. Si cuando batía un récord, y ya ha batido 17 del mundo en su carrera, si cuando ganaba una competición, y ha ganado decenas, corría como loca a abrazarse a su entrenador. Si antes de salir a competir a una gran cita, como vi personalmente en el Mundial de Helsinki este verano, en la cámara de llamadas, Trofimov le daba un piquito en los labios a Isinbayeva para darle confianza, para animarla... ¿Y adónde se ha ido? Ah, con Petrov. Entonces lo puedo entender..."

La más alta perfección jamás alcanzada en el salto con pértiga tiene dos nombres propios. Uno es Serguéi Bubka, el ucranio de Donetsk que posee el récord de los récords, el hombre de los 35 récords del mundo, batidos centímetro a centímetro, hasta alcanzar, hace ya más de 11 años, 6,14 metros al aire libre, 6,15 metros en pista cubierta, alturas a las que ningún pertiguista actual sueña con acercarse. El otro nombre, mucho menos conocido, pero no menos importante, es Vitaly Petrov, que fue el entrenador de Bubka toda su carrera.

"Petrov es para la pértiga como Fosbury para el salto de altura", continúa, emocionado, Lizeaga. "Es un revolucionario. Uno que cambió tanto casi como el paso de la pértiga de madera a la de fibra de vidrio la historia del salto con pértiga... Pero quien más sabe de Petrov en España, porque es su amigo, porque ha trabajado con él, es Paco Martínez de Lucía. Es él quien más cosas puede contar".

La asociación Isinbayeva-Petrov comienza entonces a tomar sentido. Petrov es Bubka. Isinbayeva quiere ser Bubka. Las razones exactas de un cambio tan drástico no se conocen, aunque todos los conocedores del caso, señalan, indefectiblemente, al elemento económico como clave. Isinbayeva no sólo se va con el técnico que hizo a Bubka, sino que se compromete con el club de Bubka, con el mánager sueco de Bubka.

Nadie duda, de todas maneras, de que detrás de todo persiste la ambición de Isinbayeva, la rabia competitiva de una atleta capaz de transformarse en unos segundos, de pasar de ser una persona dulce, medio adormilada mientras sus competidoras saltan, a una persona que antes de iniciar el salto, con la pértiga en la mano, mira fijamente el listón, lo desafía con furia, concentrada, única. El afán perfeccionista que llevó a Isinbayeva, de 23 años, a adornar su título olímpico de Atenas 2004 con un récord del mundo, al igual que su Mundial en pista cubierta de Budapest, que su Europeo en pista cubierta de Madrid, que su Mundial al aire libre de Helsinki, un día de perros, en que fue capaz de saltar 5,01 metros cuando ya tenía el oro asegurado.

Con Petrov, Isinbayeva emigrará de Rusia, ya que el entrenador vive y trabaja en Italia, donde dirige, en Formia, el centro de alto rendimiento del atletismo italiano y donde entrena a Giuseppe Gibilisco, campeón mundial en 2003, a quien llevó a saltar 5,91 metros. "Y con Petrov, que es un fanático de la técnica", explica Paco Martínez de Lucía, "seguro que Isinbayeva, que ya posee buena técnica, mejora la primera parte del salto, la que se desarrolla en tierra, la parte básica".

"Isinbayeva", sigue contando Martínez de Lucía, "cuando vio que no había ninguna saltadora que la empujara, que la obligara a superarse en competición, vio que el único gran objetivo que podía motivarla era superar a Bubka, superar el récord de récords del ucraniano, que batió 35. Ella lleva ya 17".

Isinbayeva, dicen los espías, salta ya en los entrenamientos 5,10 metros, con lo que aún tiene margen para batir siete u ocho veces más su plusmarca. "Pero yo creo que si mejora el momento clave, que es la clavada, el instante en que toda la velocidad lograda en carrera se transforma en fuerza que se transfiere a la pértiga, que se dobla como un arco para lanzar al atleta, puede llegar a 5,20 metros", dice Martínez de Lucía. "Un salto es 70% suelo y 30% aire. En el aire, Isinbayeva, que ha sido gimnasta, es una acróbata perfecta. Poco puede mejorar. Pero en el suelo, sí".

Isinbayeva, que es una trabajadora increíble, acabará, dicen, cuadrando perfectamente con Petrov, un perfeccionista único, capaz de discernir si un salto es bueno o malo sólo por el sonido que hace la pértiga al clavarse en el cajetín. E Isinbayeva, dicen, no parará hasta conseguir con los ojos cerrados cumplir con el mandamiento único de Petrov: "En ninguna circustancia deberá el atleta clavar la pértiga en el cajetín antes del final del despegue...". "Porque no olvidemos", dice Martínez de Lucía, "que sin la maestría de Petrov, sin su técnica, sin su métodología, Bubka nunca habría sido Bubka. En otras manos no habría sido tal".

Isinbayeva se abraza a Bubka tras batir un récord en 2004.
Isinbayeva se abraza a Bubka tras batir un récord en 2004.AP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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