Un Atlético sin puntería
La efectividad del Celta y los errores ante Pinto arruinan al equipo de Bianchi
El Celta llegó tres veces al área del Atlético y anotó dos goles. El equipo de Bianchi acribilló a Pinto desde todo lugar del área sólo acertó en una ocasión. Con tres medios defensivos o con las bandas abiertas, el problema siempre fue el mismo para los colchoneros: enviaron el balón fuera, y cuando acertaron con los palos se estrellaron contra Pinto, que vivió su gran noche y rivalizó en méritos con Baiano. Arriba, el brasileño explotó al máximo la exigua producción ofensiva local. Bajo los palos, el portero céltico arruinó la paciencia del Atlético y enmendó la proverbial debilidad celeste en los balones aéreos. Cada golpe franco, cada saque de esquina -que fueron muchos-culminó con un remate rojiblanco. Entró uno, el de Antonio López cuando el partido parecía sentenciado, y todo lo demás se malgastó en la línea de fondo o en los guantes del héroe de la noche.
CELTA 2 - ATLÉTICO DE MADRID 1
Celta: Pinto; Ángel, Sergio, Lequi, Placente; Iriney, Oubiña; Núñez (Roberto, m. 74), Canobbio (Contreras, m. 74), Silva; y Baiano (Javi Guerrero, m. 88).
Atlético de Madrid: Leo Franco; Valera, Pablo, Perea, Antonio López; Luccin (Petrov, m. 61), Zahínos, Gabi (Arizmendi, m. 85); Ibagaza, Galletti (Maxi, m. 61); y Fernando Torres.
Goles: 1-0. M. 28. Lequi envía en largo para Baiano, que se aprovecha de la falta de entendimiento entre Leo Franco y la defensa para anotar de vaselina. 2-0. M. 53. Canobbio lanza con la zurda un golpe franco que se cuela por la escuadra izquierda. 2-1. M. 60. Antonio López cabecea un saque de esquina lanzado por Ibagaza.
Árbitro: Pérez Burrull. Mostró tarjetas amarillas a Luccin, Núñez y Roberto.
Unos 17.000 espectadores en Balaídos.
Empezó Bianchi con el Plan B, con Kezman en Madrid y Petrov en el banquillo, y puso al Celta a picar piedra para acercarse a Leo Franco. Tantas vueltas le dio el Celta durante la semana al contraataque del Atlético que la puesta en escena del rival, con tres medios centros defensivos incrustados en el campo céltico y presionando la salida del balón, obligó al grupo de Fernando Vázquez a reinventarse sobre la marcha. Jugó más lejos del área de lo esperado y padeció un calvario para atender a Ibagaza. Agazapado por detrás de Torres, el caño barrió todo el frente de ataque atlético, y forzó un puñado de faltas que siempre resultaron peligrosas para Pinto. La solución al enredo partió de Lequi, un ex colchonero que resolvió el acertijo. Si no había forma de coser en corto, se imponía atar en largo. Levantó la barbilla, oteó la carrera de Baiano en la lontananza y puso el balón en la zona cero del área: demasiado cerca de Leo Franco para no salir, y demasiado lejos para llegar. Portero, delantero y defensas atacaron la pelota a la vez, pero fue el brasileño quien cazó el rechace y, sobre todo, quien lo depositó en la red con una suave vaselina que sorteó el repliegue rojiblanco.
Como parece no entender el Celta de goles feos, Canobbio reivindicó su protagonismo con otro tanto sensacional: de falta directa, con la zurda y por la escuadra misma. Con toda la segunda parte por delante, parecía pronto para dar el trabajo por finalizado, pero la insistencia del Celta en conceder remates al rival, preferentemente de cabeza, acabó por suponerle un suplicio. Acortó distancias Antonio López -de cabeza, por supuesto-, y tiró Bianchi inmediatamente de su plan principal, con Maxi y Petrov en las alas y con Ibagaza de de escolta de Fernando Torres. Con encomiable mimetismo, el Celta dio la vuelta inversa. Preparó una de esas trincheras que Fernando Vázquez nunca duda en cavar, y dejó que Pinto y el paso de los minutos fuesen disolviendo el empuje algo caótico de un Atlético de Madrid sin puntería.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.