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Columna
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División digital

EMILIO ONTIVEROS

Emilio Ontiveros

Es razonable que los servicios de la Comisión Europea presten atención especial a los avances de Europa en la inserción en la sociedad de la información. Esta era una asignatura troncal entre las definidas en la agenda de Lisboa en marzo de 2000, destinada a impulsar la competitividad de la región y la consecución de ese todavía muy distante liderazgo mundial en la economía del conocimiento. Los años trascurridos han confirmado el acierto en atribuir a la disposición de una suficiente infraestructura tecnológica y un grado de alfabetización de la población un carácter prioritario. Esas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) no son por sí solas la panacea, pero la evidencia ha demostrado que son una de las condiciones necesarias para que avance la productividad. La fácil permeabilidad y el bajo precio de las mismas están permitiendo que algunas economías menos desarrolladas, pero con administraciones públicas dinámicas y con capacidad de anticipación, estén literalmente quemando etapas en su convergencia real.

Existe una significativa división digital entre la población según la edad, la ocupación, el nivel educativo o el grado de urbanización del área donde viven

En esta columna se ha ido dejando constancia empírica del retraso español en ese ámbito: de la manifiesta y peligrosa asimetría entre el tamaño de nuestra economía y su modernización tecnológica. También del insuficiente grado de alfabetización de su población. Ahora, Eurostat, la Oficina estadística de las Comunidades Europea, nos advierte también de la significativa división digital que existe en nuestro país entre segmentos de la población según la edad, la ocupación, el nivel educativo o el grado de urbanización del área donde viven, tras un estudio realizado durante el primer trimestre de 2004 (The Digital Divide in Europe) .

En todos los países europeos el uso de Internet es más amplio entre los grupos más educados que entre los menos, pero esas diferencias son especialmente acusadas en Portugal, Eslovenia y España, donde la diferencia entre unos y otros es de 61 puntos porcentuales. Es en los países del norte de Europa donde esas diferencias son menos acusadas: más del 50% de las capas de población menos educadas utilizan Internet.

El grupo de población mas intensivamente usuario de la red en todos los países europeos son los estudiantes; Finlandia (97%), Suecia y Dinamarca (ambos con el 96%) vuelven a liderar este segmento. Los españoles están con el 90%, un porcentaje ciertamente esperanzador. Siguen en utilización de la red las personas que están empleadas, con los mismos países nórdicos a la cabeza, mientras que los españoles están mas abajo, en el 52%. Los desempleados nórdicos son también usuarios mayoritarios , mientras que los españoles se sitúan en el 37%, un indicador elocuente de las posibilidades de abandono de esa situación de desempleo.

La decepción es genérica en el grupo de los jubilados. En 13 países los retirados que acceden a la red representan menos del 10%. En España solo es el 6% de los encuestados en el primer trimestre del año pasado. En Holanda o Suecia superan el 45%. Son resultados consistentes con los deducidos por grupos de edad: en el conjunto de la UE la proporción de usuarios de Internet con edades comprendidas entre los 16 y los 24 era tres veces superior a la comprendida entre 55 y 74 años.

Las posibles causas de esa división digital en el seno de los países europeos no son muy distintas a las que estos días se han diagnosticado en la Cumbre de Túnez para el los países menos desarrollados: ausencia de suficiente infraestructura o acceso , insuficiencia de incentivos en los distintos grupos de población para el uso de las TIC, carencia de la alfabetización digital básica o de las habilidades consideradas necesarias para formar parte de la sociedad de la información. No son en modo alguno obstáculos insuperables, pero si requieren, como se ha observado en los países exitosos, una muy activa complicidad de las administraciones públicas. Lo que también dispone de apoyo empírico suficiente es que de la superación de esas limitaciones dependen no solo las posibilidades de aprovechamiento que ofrece la mas amplia difusión del conocimiento o la aceleración de la convergencia real, sino la mas elemental inclusión social. No hay razones para que la 8ª o la 9ª economía del mundo por tamaño siga siendo de las mas atrasadas de Europa por educación y, ahora nos enteramos, por integración digital.

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