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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La calle del almirante Llança

Los rótulos de la calle de Llança no llevan el acento con que los barceloneses suelen pronunciar el nombre, que se cree dedicado a la villa marinera de Llançà. Lo cree incluso la compañía de transportes urbanos, según reza en la marquesina del origen y final de la línea 23 de autobús, Llançà-Paral.lel. La calle está dedicada a un almirante siciliano de la Corona de Aragón. Así se lee en una placa, en otro tramo de calle, nada fácil de encontrar.

La calle de Llança es corta y entrecortada, imposible de recorrer en vehículo. El primer obstáculo es la salida del túnel subterráneo de la plaza de Espanya, que obliga al peatón a dar un rodeo por la Gran Via de les Corts Catalanes, hasta la plaza de toros de las Arenas, hoy en obras, que la flanquea por la izquierda con la fachada vacía levitando sobre una estructura metálica.

Los rótulos de la calle de Llança no llevan acento porque está dedicada a un almirante del siglo XIII, y no a la villa marinera

El segundo obstáculo es el parque del Escorxador, primera y nunca acabada reforma verde del urbanismo de la transición, de incierta travesía. Las cuatro manzanas del antiguo matadero absorbieron en su día los tramos en cruz de las calles de Llança y Consell de Cent. Hay que rodearlo a pie por Diputació y Tarragona o Vilamarí, hasta recuperar en Aragó el eje de la calle del olvidado marino.

Aquí, la calle de Llança cambia el doble sentido de circulación del primer tramo por anchas aceras que invitan al paseo. En una fachada de la derecha, entre el ramaje de los árboles, una placa identifica su dedicación: "Almirall sicilià. Segle XIII". Si el buen ciudadano que en ello repara desea tener más información, no la encuentra en la Gran Enciclopèdia Catalana. Ha de acudir al Diccionari nomenclàtor de les vies públiques de Barcelona, 1996, de Jesús Portavella, donde se lee: "Corrado Lancia (Conrad Llança) (¿-cap d'Orlando, Sicília, 1299). Almirall i canceller sicilià al servei de Pere II el Gran".

En 1863, Víctor Balaguer propuso su nombre y los de Roger de Llúria y Bernat Vilamarí, para recordar en las calles del naciente Eixample las antiguas glorias marítimas catalanas. Este periodista, historiador y político liberal publicó en 1866 una obra en dos volúmenes sobre Las calles de Barcelona, donde explica los motivos por los que el Ayuntamiento accedió a dedicarle ésta a Conrad Llança y describe cuál habría de ser su recorrido: "Estará en el Ensanche, cerca del barrio que se llama Hostafranchs, entre las de Tarragona y Vilamarí, y partiendo de la de Córcega, irá a terminar en la de Floridablanca, cruzada por las de Sepúlveda, Cortes, Diputación, Consejo de Ciento, Aragón, Valencia, Mallorca, Provenza y Rosellón".

Dejando atrás la placa y la travesía de Valencia, la calle del almirante Llança continúa con aire de paseo entre altos edificios donde antes hubo cuarteles, hasta llegar a la avenida de Roma, que cubre el antiguo foso del ferrocarril. Aquí acaba. El tramo siguiente ya es calle de Nicaragua. La calle de Llança debía haber sido más larga, pero no llegó a completar el recorrido previsto.

Para tener más noticias de Conrad Llança hay que acudir a las páginas de la Crónica de Ramon Muntaner, donde se habla también de Bernat de Vilamarí, de los vecinos Berenguer d'Entença y Bernat de Rocafort, y de los legendarios Roger de Llúria y Roger de Flor, más lejanos en el callejero del Eixample, pero compañeros todos de armas. Corrían los últimos años del siglo XIII cuando -a decir del también cronista Bernat Desclot- ni siquiera un pez se levantaría en el mar Mediterráneo si en su cola no traía "escudo o señal del rey de Aragón, mostrando tener permiso y amparo del noble señor". Así se lo había advertido Roger de Llúria al almirante francés, tras haber derrotado a su escuadra junto a las islas Formigues, en la costa de Palafrugell.

A diferencia de Vilamarí, Entença y Rocafort, caballeros de la pequeña nobleza catalana, Llança y su cuñado Llúria provenían de linajes italianos puestos al servicio del rey de Aragón y Sicilia y conde de Barcelona. Linajes cruzados al casarse en segundas nupcias Llúria con una hermana de Entença. Cuenta Muntaner, que Llança y Llúria estuvieron desde jóvenes al servicio del rey Pere II el Gran y que aprendieron muy bien la lengua de cada uno de los lugares de Cataluña y del reino de Valencia, de tal forma que cada uno de ellos fue un perfecto catalán y habló "el pus bell catalanesc del món".

Desandando el trayecto breve y accidentado de la calle de Llança, las luces del atardecer crean un espejismo marítimo sobre las aguas que rodean la sugestiva arquitectura de la biblioteca Joan Miró. Al otro lado de la masa oscura del arbolado del parque, las torres de la calle de Tarragona, la cáscara vacía de la plaza de toros, los nuevos hoteles y el trajín de obras en calles y solares -con un bloque de viviendas sobre el antiguo canódromo del inicio de la calle de Llança- presagian el advenimiento inminente de un nuevo paisaje comercial e institucional. En la plaza de Espanya acaba de derribarse el edificio de la policía, pero el cartel de la Generalitat es poco explícito sobre el nuevo destino del solar. Se limita a destacar una obviedad: "Destrucció de l'antiga comissaria del CNP".

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