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Reportaje:PERSONAJES

Fútbol de cercanías

Los hermanos Alfonso e Iván Pérez juegan ahora con sus amigos en su Getafe natal mientras rememoran entre risas su etapa profesional

Mañana otoñal de 2005. Estación Central de Getafe. Los hermanos Pérez esperan en el andén el tren de cercanías que, procedente de Parla, les llevará hasta Madrid. Hace casi veinte años que no lo cogen. Se sienten observados, se miran y se sonríen de manera cómplice. Se sientan junto a la ventana, en el lado derecho del vagón. Un pitido discontinuo anuncia el cierre de las puertas. El convoy comienza su viaje. Los hermanos Pérez observan en silencio las torretas de iluminación y el graderío recortado por los bloques de ladrillo visto desde el estadio en el que juega el Getafe. Ese estadio lleva el nombre de un jugador que hizo felices a los aficionados españoles el día que marcó un gol ante Yugoslavia en un Campeonato de Europa. Pero la memoria es frágil. Ya hay voces que quieren cambiar el nombre del estadio, elegido hace años por votación popular.

Aquel lejano día, Alfonso Pérez Muñoz había llegado al momento más importante de su carrera deportiva. Una carrera que empezó a fraguarse en interminables transbordos de trenes de cercanías con líneas vetustas de autobuses y temidas caminatas nocturnas desde la estación de Carabanchel hasta la Ciudad Deportiva del Real Madrid. "¿Te acuerdas, Iván, cuando llevábamos 25 pesetas en el bolsillo del chándal por si nos atracaban?". "Ahora hay más seguridad, Alfonso". "Nuestros padres no podían llevarnos a los entrenamientos porque trabajaban". "La gente nos mira, Iván. Es como si no entendieran qué hacemos aquí". "Las caras de la gente siempre me han impresionado mucho, Alfonso. El día que debuté con el Madrid no estaba nervioso. Dormí bien. En el hotel estaba tranquilo. Me subí en el autobús y, cuando enfilamos por Concha Espina y vi las caras de la gente, me puse malo, Alfonso". "El público... ¡Cómo cambia, Iván! En un partido estás fatal, no das una, te silban, te insultan... De repente, coges el balón, le das con la uña, entra por la escuadra y... ya eres el mejor del mundo".

Los recuerdos van entrando y saliendo como los pasajeros del tren.

"¡Cuánto aprendí de Laudrup, Iván! Como jugador, era maravilloso. Lo tenía todo. Había jugado en el Barcelona y todos le respetaron cuando se vino al Madrid. Pero es que en el vestuario era de lo más sencillo y educado que te puedas echar a la cara".

"Yo, Alfonso, el día que más me he reído en un campo de fútbol fue en Valencia. Estaba en el banquillo, como casi siempre. A un jugador se le cayeron los dientes postizos. El césped estaba embarrado y, al intentar ponérselos, no le encajaban. El tío, con los dientes... El míster, que a jugar... Y yo, tirado de risa". "Para risas, Iván, en el Betis. Todavía me acuerdo de lo que nos ocurrió el curso pasado. Frío sevillano, de ése que se mete hasta los tuétanos. Vestuario de la ciudad deportiva. No había calefacción. Uno dijo: 'Vamo a hasé una candela. Calcetines rotos y todo lo que tuviera un destino incierto empezó a arder en el vestuario. Todos, muertos de risa y casi de humo". "¿Y el día que me quedé encajado al sentarme en un cubo y mis compañeros me subieron a lo alto de las taquillas? La cara con la que me miró Serra Ferrer, Iván... No se me olvidará en la vida".

"Hablando de entrenadores, Alfonso, ¡qué fenómeno Clemente! Me acuerdo de que estábamos muertos aquella temporada en el Betis. Llegó el tío y nos dijo: 'Señores, no se compliquen. Balón al lateral, éste lo pone en largo y a pelearlo. Nos quitó toda la presión y nos salvó del descenso".

"Parece fácil, pero... ¡qué difícil es llegar, Iván!". "Suerte, Alfonso; tener condiciones y... suerte". "Echo de menos el fútbol, Iván". "Oye, Alfonso, hay una Liga de fútbol 7 en Getafe. ¿Por qué no nos apuntamos? Nos juntamos los amigos de toda la vida. Los del Sector 3. Hacen falta tres fotos y dos fotocopias del DNI". Alfonso mira a Iván. Se muere por jugar. Sonríe y mira por la ventana del tren.

A lo lejos, las torres de iluminación del Coliseo Alfonso Pérez.

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