Demasiado largo para Estudiantes
El Madrid marca las diferencias de una forma exagerada en el último cuarto de un partido intenso
Hace ya unos cuantos años y a cuenta de las famosas remontadas del Real Madrid versión fútbol, Juanito, mito de la entidad, soltó aquello de que noventa minutos en el Bernabéu era mucho tiempo. El Madrid versión baloncesto, parece beber en la actualidad de dicha filosofía, y consigue que los cuarenta minutos que dura un partido de baloncesto sean, para muchos equipos, eternos. Su fortaleza física, la intensidad defensiva que aplican, la fiereza que muestran siempre en la carga del rebote ofensivo y la profundidad de banquillo que poseen conforman un colectivo tipo apisonadora, que empuja y no para de empujar y al que hay que oponer una gran dosis de solidez y recursos para poder sobrevivir. El Estudiantes los tuvo durante tres cuartos de partido, pero acabó sucumbiendo con cierto estrépito cuando sus fuerzas e ideas se agotaron. Quizás en otra época más venturosa los colegiales podrían haber llegado al final con alguna posibilidad, pero arrastran demasiadas derrotas y suficientes problemas como para soportar el tormento que casi siempre supone jugar contra este Madrid imperfecto pero poderoso en músculo y recursos.
REAL MADRID 79 - ESTUDIANTES 61
Real Madrid: Rakocevic (16), Bullock (5), Gelabale (6), Hervelle (13), Reyes (14) -cinco inicial-, Hamilton (2), Sonko (3), Hernández Sonseca, Tomas (18), Sinanovic (2).
Adecco Estudiantes: Azofra, Jasen (6), Jiménez (8), Iturbe (11), Bueno (14) -cinco inicial-, Miso, Rodríguez (6), McDonald (14) y Suárez (2).
Arbitros: Arteaga, Conde y Ortega. Excluyeron por personales a Azofra (m. 35).
12.600 espectadores en el Palacio Vistalegre.
1º CUARTO: 11-17
2º CUARTO: 22-21
3º CUARTO: 25-17
4º CUARTO: 21-6
El partido se las traía. Si ya de por sí ambos equipos tienen la suficiente historia detrás como para que cada enfrentamiento se desarrolle entre lo deportivo, lo social y lo personal, las circunstancias actuales le dotaban puntualmente de mucho morbo y cierto dramatismo. El morbo lo ponía Jiménez, el hombre que tenía que jugar en un equipo queriendo estar en el otro, lo que salvo que tengas el corazón de piedra, no augura nada bueno. El dramatismo también llegaba de la mano de Estudiantes, que por primera vez en muchos años, se encuentra en alerta roja. Han perdido potencial con bajas como la de Garcés, han sufrido un conflicto nada conveniente y habitan zonas de la clasificación devastadoras. En esta tesitura, enfrentarse al Madrid podría ser el principio de su recuperación. Pero la angustia que les produce su presente y futuro está latente y siempre dispuesta a hacer daño, como ocurrió cuando el Madrid, al comienzo del último cuarto les sacó del partido.
Si Estudiantes llegaba con el agua al cuello, tampoco era un día cualquiera para el Madrid. Entre unas cosas y otras, el casillero de derrotas, tres en seis partidos, resultaban excesivos para lo gastado y prometido. Durante treinta minutos, flirteó con la cuarta. Su pareja estelar de anotadores estaba bajo arresto entre la defensa estudiantil y su propio desacierto; la segunda línea tipo Gelabale mostraba su cara más gélida, que ya es decir, y debajo del aro tampoco había muchos puntos que rascar. Pero con tanto arsenal, siempre aumentan las posibilidades de que alguien acuda al rescate. Esta vez fue Marko Tomas, un jugador al que hay que seguir la pista por edad, decisión, versatilidad y talento. El resto lo puso lo de siempre, esa axfisiante presión sobre el rebote ofensivo que ofrecen Reyes, Hervelle o el último en llegar, Hamilton, una fiera. Fue suficiente para alcanzar el momento donde todo cuadró para los blancos, allá en los inicios del cuarto definitivo (58-55). Maljkovic ordenó una zona, Radocevic acertó con un par de triples, el Estudiantes perdió el pie y cuando se dio cuenta el asunto estaba resuelto (72-55, cinco minutos para el final). Fue un final abrupto para un partido muy intenso emocionalmente y en el que Estudiantes no pudo poner la primera piedra de una recuperación que cada jornada que transcurre se hace más apremiante.
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