París ya no es una fiesta
Finalmente arde París, y por razones no tan alejadas de las que Hitler quería verla entre llamas, aunque se trate de una revuelta local, y por tanto localizada, pero con chispas que pueden alcanzar a medio mundo
Ardiendo
Se dirá que es un argumento demagógico, pero o París ya no es lo que era o alguien nos ha engañado. De que aquella etapa feliz, donde todo escritor latinoamericano encontraba en las calles y buhardillas parisinas los motivos de su inspiración, o también de las alegrías estudiantiles del mayo del 68, se ha pasado a una situación intolerable para los inmigrantes que van con lo puesto, aunque quizás muchos de ellos podrían ser grandes artistas si les diera la ocasión. El modelo francés de inmigración se va, entre tanto, a hacer puñetas, frente a unas oleadas de rabia ya no contenida que destroza vehículos por centenares y se enfrenta sin temor a las fuerzas del orden. No, París ya no es una fiesta, como lo fuera para Hemingway en otro tiempo y tantos otros en una época de urdida felicidad, y tal vez ya nunca lo será para los miserables que llegaron a las orillas del Sena sin ánimo alguno de ahogarse.
Menudas fiestas
Naturalmente, a las carreras del circuito de Cheste se va en moto, faltaría más, de gran cilindrada a ser posible, que es como si a un museo se acudiera con un cuadro o con un trombón a un concierto. Lo peor no es que las llevan, es que además las usan, y de la peor manera posible. En esta comunidad, se diría que sin ruidos y molestias a todo el mundo no hay fiesta que valga, ya se trate de las Fallas, las carreras de motos o la tomatina de Buñol, que ya me dirán el gusto que debe dar que te embadurnen de tomate de arriba abajo. El infierno de la mayoría de las fiestas valencianas tiene la virtud de espantar a los que no participan en ellas si no tienen más remedio, y mucho me temo que esa afición por el jolgorio escandaloso, bastante cruel en sí mismo, tiene de mediterráneo lo que los suecos de morenazos. Es un misterio por qué esas fiestas terminan siempre por convertirse en un incordio para el personal, por valencianas que sean.
Se veía venir
De entre las ambigüedades del Foro Ermua y otras organizaciones semejantes no será la menor un españolismo militante que confunde la lucha contra el matonismo terrorista y el apoyo a sus víctimas con otras actividades que distan mucho de los objetivos de su constitución. No de otra manera puede entenderse que ese Foro haya encabezado en Madrid una manifestación contra el nuevo proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña, y que la convocatoria haya elegido la Puerta del Sol para su celebración porque es "el centro espiritual y geográfico" de España. Curioso argumento. Vale que sea el centro geográfico, pero no se ve qué mérito añadido tendría esa circunstancia. En cuanto a lo de la espiritualidad, mejor dejamos para otro día lo que se ve por allí cuando no hay manifestación pendiente. ¿A santo de qué se meten en ese pollo?
La bronca
Parece que a los del pepé les va estupendamente montando bronca allá por donde van, a juzgar por el Pulsómetro, que les adjudica una desventaja tan sólo de medio punto en intención de voto respecto del pesoé. Tal vez Rodriguez Zapatero debería alzar algo más la voz, aunque lo que dice más o menos en la intimidad resulta perfectamente inteligible, inteligente incluso. Tanto, que sus adversarios de la derecha odian más que otra cosa sus buenas maneras, ya que nunca han prosperado en ambientes tranquilos y ajenos a la risotada tabernaria. Al y tu más de toda la vida, se une ahora un coro de desdichados gritones -tanto, que parecen valencianos adictos a las fiestas ruidosas- que en cada gesto del Gobierno ve desdén y en cada decisión, vesania. Que se unan a lo más granado de la Iglesia -la única que aquí cuenta algo, al menos en las partidas presupuestarias que financiamos entre todos- es cosa de poca monta al lado de la tropa descreída que reclutan.
Tartamudos
Los sociólogos más progresistas dirán que se trata de una manera no convencional de hablar, por lo mismo que alguno tiene dicho que la ceguera es una manera diferente de ver, aunque la verdad es que se trata de un engorro de cierto calibre. En España hay unos 400.000 tartamudos, parte de los cuales se constituyen en asociación para defender sus derechos frente a la discriminación, y yo el primero. Al tartamudo se le atribuyen no se sabe bien qué problemas emocionales o singulares disturbios de conducta, cuando conozco a algunos que argumentan mejor que Rajoy, sólo que les cuesta más disparar primero. Su desdicha es que se pelean con la locución de las palabras desde que tienen memoria de sí, un infortunio constante y muy cercano a veces a la indefensión. Hora es de decir que al tartamudo se le pilla antes que a un cojo. Siempre que el cojo permanezca sentado y se exprese con cierta fluidez.
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