Triada británica
La segunda de las cuatro jornadas valencianas que el certamen itinerante Wintercase tenía reservadas en Valencia deparó una desigual y tambaleante triple oferta británica, conformada por tres proyectos surgidos de remesas generacionales bien diferenciadas.
En primer lugar, el academicista y discreto pop de I am Kloot, pertenecientes a una camada de grupos surgidos a finales de los 90 fuertemente marcados por su querencia por las formas acústicas e intimistas, siguiendo el influjo insinuado por Jeff Buckley y más tarde ratificado por bandas como Coldplay. Dada su tempranísima puesta en escena, más acorde con las programaciones establecidas en su país, apenas tuvimos tiempo de constatar la recta final del breve set de una banda que, pese a la creciente contundencia formal de la que ahora hacen gala, raramente da la impresión de ofrecer argumentos para abandonar su papel secundario dentro del pelotón brit de las últimas temporadas.
Festival itinerante Wintercase
I am Kloot, Supergrass e Ian Brown. Sala Repvblicca. Sábado 12 de noviembre
Más argumentos favorables ofrecen sin duda Supergrass, uno de los escasos proyectos surgidos de la autoalimentada escena de las islas a mediados de la década pasada que aún mantiene el tipo. Su efervescente rock proletario, rocoso y peleón, se ha beneficiado de la amplitud de matices aportada en el reciente Road to Rouen, mientras que su repertorio clásico (Caught by the fuzz, Mary, Moving) demostró una interesante maleabilidad en directo gracias al tratamiento bastante más refinado al que fue sometido, con el teclado y sobre todo, el bajo de Mick Quinn musculando algunos pasajes en clave casi de música disco.
La debacle llegó con Ian Brown, protagonista de un decadente concierto que ni los peores augurios podrían haber aventurado. Comenzar con anémicas recuperaciones de Stone Roses (la banda de la que fue vocalista desde finales de los 80 hasta mediados los 90), como I wanna be adored, Made of Stone y Waterfall, ya escenificó la aceptación tácita de la irrelevancia de su posterior carrera en solitario. Y pero aún fue el descenso a los infiernos de algunos de los más notorios ladrillos sonoros de su trayectoria reciente, acrecentado en la exposición de sus vergüenzas por un carisma liquidado, una voz más que maltrecha, una banda sin brillo alguno y una audiencia que comenzaba la desbandada. Ni rebuscar de nuevo en el baúl de los recuerdos (She bangs the drums) podía salvarlo. Resumiendo: pena, penita, pena.
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