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Columna
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Cochambre

Con el gracejo y donaire que les atribuye el tópico, distinguen algunos andaluces con sutileza la diferencia existente entre la pobreza y la cochambre, cuando alguien intenta identificar la pobreza con la suciedad o los vicios y malas costumbres. Pobre, bueno, limpio y honrado, no son términos incompatibles. Y, al cabo, siempre hubo históricamente más pobres que ricos en la Andalucía del fino y el cortijo, del olivo y del bandolero justiciero. La pobreza es la estrechez de recursos económicos, según los doctos de las academias, o carecer de lo necesario para alimentarse; la cochambre es no sólo la suciedad grasienta y puerca de que se rodea un objeto o persona, sino también la bajeza moral que acompaña esa realidad puerca y grasienta. Así viene uno a interpretar la expresión "que una cosa es ser pobre y otra cochambroso" en determinados contextos y en boca de nuestros conciudadanos sureños.

En boca del secretario general del Partido Popular en Castellón y vicepresidente del Consell autonómico valenciano, en el contexto que rodea y en el que se produce la fuga de un diputado en las Cortes Valencianas desde su formación de derechas a otra de tintes extremos...Víctor Campos habló de asuntos inconfesables que normalmente acompañan al dinero; habló de robo, engaño, estafa a los ciudadanos y gran caso de corrupción. Quienes votaron al tránsfuga Javier Tomás Puchol - ex-alcalde de L'Alcora, ex diputado del PP, ex desertor de unas convicciones políticas que nunca tuvo- merecen según Campos "una explicación sobre las motivaciones que llevaron al parlamentario a robar su escaño y venderlo a una formación parafascista". Pura cochambre grasienta, una vez más, es este episodio de transfuguismo, calificado de abyecto, sucio, infame y acompañado de intereses mercantiles, por el secretario general del PP valenciano, el también castellonense Ricardo Costa. No son parcos en adjetivaciones y calificaciones los hasta ayer mismo correligionarios de Javier Tomás Puchol. Y quizás tengan razón y motivos sobrados para adjetivar o calificar de tal guisa. Con todo lo más acertado fue la afirmación del joven Costa a la "vergüenza" que causa en el PP el haber llevado al tránsfuga Tomás en su listas. Vergüenza de la que el resto de los mortales extraemos una moraleja: dado que las listas electorales suelen ser cerradas, estudien, mediten y reflexionen, en el PP y donde no es el PP, sobre la persona que se esconde tras el nombre propio, podrían evitar bastantes vergüenzas. Esta no es la primera vergüenza que contempla el vecindario.

Por eso deducimos la segunda moraleja en el apólogo de Javier Tomás Puchol: la larga enumeración de calificaciones y adjetivaciones de que se ha hecho merecedor el mencionado tránsfuga, es aplicable a cuantos tránsfugas tuvimos, tenemos y tendremos. Resulta casi aburrido recordar los sonoros casos de la asamblea de Madrid o de la alcaldía de Benidorm. Cochambre donde quiera que sea.

Pero el transfuguismo, tercera moraleja del caso, daña la credibilidad de nuestro sistema político. Sería lamentable que se generalizara una expresión en la que el término cochambre acompañara la política o a los políticos, porque no todos los ciudadanos distinguimos con la sutileza con que distinguen los andaluces. Por eso podemos recordarles a los tránsfugas las sabias sentencias de los clásicos: "Quien ha sido enemigo de los suyos es una enemigo común de todos".

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