El magnetismo de Händel
Con Händel no caben las medias tintas. O te engancha con el magnetismo de sus incomparables melodías y el sentimiento al límite de sus personajes, o puede resultar, por la duración nada contenida de sus obras, un autor difícil de soportar. El compositor sajón depende, como pocos, de la excelencia interpretativa. Los cantantes tienen oro puro a su disposición, pero hace falta que lo sepan aprovechar. Es un músico que, al igual que Rossini, tiene grupos de seguidores incondicionales. Además, si se hace bien, tiene un gancho especial para la juventud. Sus óperas son, en general, muy estáticas y, sin embargo, hay unos cuantos directores teatrales que lo consideran o han considerado escénicamente su favorito, desde Herbert Wernicke a Peter Sellars. ¿Qué tiene el autor de Julio César para suscitar tal cantidad de fuerzas y emociones en ebullición? Dos óperas suyas se representan este fin de semana en Bilbao para comprobarlo.
Rodelinda
De G. F. Händel. Il Complesso Barocco. Director musical : Alan Curtis. Con Emma Bell, David Hansen, Filippo Adami, Romina Basso, Gerald Thompson Kontantin Wolff. Fundación Bilbao 700, Ciclo Ópera Barroca. Teatro Arriaga, Bilbao, 11 de noviembre.
No desfallece Alan Curtis en su pasión händeliana y, a modo de ejemplo, se ha presentado el viernes y sábado últimos en el teatro Arriaga con su grupo Il Complesso Barocco para ofrecer en versión de concierto dramatizado -o, si se prefiere, semiescenificadas- Rodelinda, la primera partitura del autor editada por suscripción, y Lotario, un título muy poco frecuente en los escenarios europeos. El interesante ciclo de música barroca de la Fundación Bilbao 700 celebra así su paso del ecuador esta temporada.
La escritora Donna Leon estuvo una vez más de musa de la expedición händeliana. Escribió la sinopsis de las dos óperas en el programa de mano e impartió la conferencia de introducción. También recibió por correo electrónico las bendiciones de William Christie, y ella las compartió con sus seguidores, pues Christie desplegó un sinfín de elogios sobre el ambiente musical español, y a modo de confidencia sentimental afirmó que su ciudad preferida dentro de España es Bilbao. Lo que faltaba: otro que sigue los pasos de Bertolt Brecht y Valery Gergiev. Los melómanos bilbaínos están que se mueren de gozo.
La señora Leon destacó el tratamiento a contracorriente que hace Händel del amor marital en óperas como Rodelinda frente a la mayoría de sus colegas que se centran en los amores ilícitos. "Si uno ojea los libretos, buscando un ejemplo de matrimonio feliz, valioso, recompensado y fiel, a menudo lo encontrará en las óperas de Händel. Está Cornelia, fiel hasta la muerte, aunque su marido Pompeyo ha muerto antes de que la ópera empiece. Y está Rodelinda, también fiel a un marido al que cree muerto. De los grandes papeles que Händel preparó para sus sopranos, Rodelinda se encuentra entre los más gloriosos, con arias de belleza inacabable", ha puntualizado la escritora. Y así lo hizo sentir Emma Bell, en una actuación de gran personalidad, no solamente por el atractivo del color vocal, sino por la composición del personaje, en la órbita de las grandes "trágicas" del canto barroco. Al margen de sus momentos individuales, el dueto de despedida del final del segundo acto con el contratenor David Hansen -su marido en la ficción- fue de una hermosura de las que no se pueden aguantar y levantó la ovación quizá más fuerte de toda la noche.
La versión orquestal fue de enorme limpieza, un poco tibia durante la primera parte y particularmente vibrante durante la segunda. No es Alan Curtis uno de esos directores que se desmelenan, pero sí de los que cuidan el equilibrio y el rigor hasta límites insospechados. De la orquesta destacaron la solidez de los primeros violines y el virtuosismo primoroso del viento-madera. El reparto vocal tuvo algunas desigualdades, pero sirvió sobradamente a las bellezas de la obra.
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