Al amor de las aguas verdes
Una ruta en coche por el alto Júcar, bordeando acantilados, lagunas tersas como espejos y doradas alamedas
Pocas carreteras habrá en el mundo más bellas que la que remonta el curso del Júcar desde la capital conquense hasta sus nacederos en Tragacete. Son 68 kilómetros culebreando entre acantilados de 200 metros, miradores y peñascos legendarios, lagunas de aguas tan quietas que duplican el cielo y alamedas que el otoño hace de oro, haciendo poeta, por el mismo precio, al que no lo es.
Alguien debería escribirle unos versos a esta hermana negra del Júcar, como en su día se los dedicaron al propio río Góngora, Gerardo Diego, los dos Federicos -Lorca y Muelas- y tantos otros. Claro que, llamándose CM-2105, quizá sea mejor, por si las rimas, dejarlo correr.
Nada más salir de la ciudad por esta carretera, junto al puente de San Antón, primer asombro: unas vetustas casas de 10 pisos de altura que cuelgan, desafiando los postulados de Newton, sobre el abismo de la hoz y que reciben el título -nada poético, pero muy adecuado para vender postales- de rascacielos del Júcar. Después, más y más cantiles, rubias alamedas y la compañía constante de este río al que Lorca llamó en 1935 "grieta azul de luna rota", tal vez porque el verde, que es su color, lo había desgastado. Gerardo Diego, ocho años antes, escribía: "Agua verde, verde, verde, / agua encantada del Júcar, / verde del pinar serrano / que casi te vio nacer".
La carretera se arrima al Ventano del Diablo, una peña hueca y abovedada
A 22 kilómetros de Cuenca, río arriba, se presenta Villalba de la Sierra, un buen lugar para darle una alegría al bandujo: judías con chorizo, guisos de caracoles, gachas..., platos hipercalóricos, como es de ley en sierras frías y apetece a estas alturas del año.
Y para darle también gusto a la niña (la del ojo), pues nada más rebasar la población y su central hidroeléctrica, la carretera se arrima al Ventano del Diablo, una peña hueca y abovedada como un enorme cráneo donde, según la conseja, Satanás habitaba, organizaba saraos brujeriles y defenestraba a los curiosos que se acercaban a mirar por sus dos ventanas abiertas al patio vertiginoso del Júcar.
Pasado el Ventano del Diablo, en el punto kilométrico 29,3 de la CM-2105 hay que girar a la derecha por la CM-2104 para llegarse a la Ciudad Encantada. Declarada sitio de interés natural en 1929, ocupa una finca privada de 20 kilómetros cuadrados y dispone de un sendero señalizado que permite recorrer en un par de horas las calles, plazas y puentes que la erosión ha esculpido en la piedra caliza a lo largo de millones de años. Jalonan el paseo rocas fantásticas, cuyos nombres -la Escuadra de Barcos, la Cara del Hombre, la Lucha entre el Cocodrilo y el Elefante, la Puerta del Convento, los Hongos, los Amantes de Teruel...- lo dicen todo.
Regresando de nuevo a la CM-2105, el siguiente hito, ya a la altura del kilómetro 34, es Uña, pueblo que mira y da nombre a una preciosa laguna de origen tobáceo, enmarcada por un circo de escarpados riscos calizos y poblada de carrizales y de ánades, cuya superficie natural de tres hectáreas aumentó hasta 15 cuando fue represada en 1925 para abastecer al salto de Villalba a través de un canal.
Idénticas cualidades -belleza y utilidad- reúne el embalse de La Toba, que la carretera orilla seis kilómetros más adelante. La ruta sigue por el bonito pueblo de Huélamo -escalonado en la ladera de un cerro, bajo un picudo peñasco donde en tiempos se alzó un castillo bereber- hasta Tragacete.
Próximo al nacimiento del Júcar y a la segunda mayor altura de la Serranía -cerro de San Felipe, 1.839 metros-, Tragacete posee la mejor red de senderos de la comarca, señalizados con jalones de madera y marcas de pintura blanca y amarilla.
Los más gratos de hacer son el sendero PR-CU 3 (seis horas, sólo ida), que corre por la vertiente occidental del cerro de San Felipe, enhebrando barrancos, pinares y un tramo del Júcar; y el PR-CU 4 (tres horas, ida y vuelta), que bordea el cerro Espinosa y pasa cerca del nacimiento del Júcar en el estrecho del Infierno. Si el infierno es así, la verdad, mejor no salvarse.
Restaurantes con vistas al río
- Cómo ir. Cuenca dista 167 kilómetros de Madrid yendo por la A-3 hasta Tarancón y luego por la N-400. La ruta propuesta sigue la carretera de Cuenca a Tragacete (CM-2105), con un breve desvío a la Ciudad Encantada, sumando 148 kilómetros entre ida y vuelta.
- Alrededores. Merece la pena alargar un poco más el recorrido para visitar los Callejones de las Majadas (a 17 kilómetros de Villalba de la Sierra) y el nacimiento del Cuervo (a 13 kilómetros de Tragacete).
- Comer. Recreo Peral (Cuenca; teléfono: 969 22 46 43): en la hoz del Júcar, arroz meloso con bogavante, bacalao de Islandia y carnes a la brasa; 25-30 euros. El Tablazo (Villalba de la Sierra; teléfono: 969 28 14 88): caza, ternera de la sierra y arroces; 16 euros. Mesón Nelia (Villalba de la Sierra; teléfono: 969 28 10 21): cocina regional actualizada; 30 euros. El Gamo (Tragacete; teléfono: 969 28 90 11): tablas de embutidos selectos, migas ruleras estilo pastor, morteruelo casero y solomillo de gamo en su jugo a la plancha; 20-25 euros.
- Dormir. El Tablazo (Villalba de la Sierra; 969 28 14 88): 28 habitaciones junto a un antiguo molino, entre las aguas del Júcar, con coto de pesca y numerosas actividades organizadas; doble, 52 euros. Agua-Riscas (Uña; 969 28 28 52): rústico caserón de 1950 con jardín, 10 habitaciones dobles y restaurante de platos típicos con vistas a la laguna; 57 euros; Hospedería Real del Júcar (Tragacete; teléfono: 969 28 92 04); 25 habitaciones bien equipadas y restaurante especializado en caza; 58 euros. La Atalaya de Falcón (Villalba de la Sierra; teléfono: 605 52 50 39): coquetos chalés para seis personas, con chimenea y barbacoa; 120 euros por casa y día.
- Actividades. Cuencaventura (teléfono: 699 21 22 22): paseos a caballo, vuelos en ultraligero, descenso de cañones, piraguas y quads.
- Más información. Fundación Turismo de Cuenca (Avenida de la Cruz Roja, 1; teléfono: 969 23 21 19) Y en www.turismocuenca.com.
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