Woodgate, otro mes sin jugar
El defensa, lesionado el domingo, ha disputado 64 partidos y ha sido baja en 90 desde 2001
Igual que pasa con algunos pura sangre Jonathan Woodgate es un organismo excepcionalmente poderoso y muy delicado. Como ciertos campeones inolvidables, es prisionero en un cuerpo hipotecado por asimetrías y extrañas descompensaciones mecánicas. Tan extrañas que desde 2001 ha jugado 64 partidos y se ha perdido 90 por diversas lesiones. Lesiones como la rotura fibrilar que sufrió el domingo y que le mantendrá más de un mes fuera de los estadios. Justo cuando Eriksson, el seleccionador de Inglaterra, anunciaba que le incluiría en su lista para jugar contra Argentina el próximo sábado.
Después de 14 meses de baja por una rotura fibrilar en la cara anterior de su muslo izquierdo, el 21 de septiembre, Woodgate regresó a la competición con el ímpetu intacto. Los hinchas le vieron saltar con la soltura de un bailarín, esprintó para ir y volver, marcó goles -en ambas porterías- y desplazó la pelota con el aplomo de su mejor época en el Leeds.
El domingo, ante el Zaragoza, Woodgate contó su cuarto partido consecutivo como titular. Pero algo falló. En el minuto 21 ocurrió lo que se temía. Lo mismo que le viene pasando desde 2000: sintió un dolor cortante. Esta vez, en la parte posterior del muslo izquierdo.
Los médicos del Madrid lo sometieron a una resonancia magnética ayer al mediodía. Según el resultado el jugador sufre "una rotura de grado dos en el bíceps femoral de la pierna izquierda". Dicen los médicos que estará entre "cuatro y cinco" semanas de baja. Se perderá el clásico con el Barça.
Con 25 años, Woodgate sabe perfectamente lo que significa jugar amenazado. Su cuerpo lo traiciona periódicamente desde la temporada 2000-2001. Nunca desde que debutó en Primera, en 1998, ha disputado más de siete partidos seguidos de Liga. La estadística no impidió al presidente, Florentino Pérez, apostar por el central. Pagó 22 millones de euros al Newcastle cuando el jugador ya estaba seriamente lesionado. En su favor obraban las expectativas fabulosas que había generado su aparición en el fútbol inglés. Sus dos primeros años en el Leeds le situaron en la selección junto con otras grandes promesas de su generación. Desde hacía muchos años Inglaterra no contaba con un defensa central tan hábil y elegante.
Woodgate, conocido en el vestuario como Woody, llegó al Madrid con una lesión muscular que afectaba a un tendón. Se hallaba desorientado porque nunca le habían hecho un diagnóstico explicase su tendencia a romperse.
Con una pila de informes recopilados entre expertos de Europa y Estados Unidos, el cuerpo médico del club, liderado por Alfonso del Corral, le dio una pista: su historial médico, unido a unas condiciones antropométricas muy particulares -tiene una dismetría en el tren inferior-, la tensión entre sus músculos agónicos y sus músculos antagónicos, le exigían una preparación especial. Una rutina de estiramientos y fortalecimiento exclusiva que le mantendría ocupado en el gimnasio mientras la mayoría de sus compañeros daban por acabada la jornada.
Además de la terapia conservadora, en marzo Woodgate fue alentado por los médicos madridistas a tratarse en Finlandia con el doctor Sakari Orava. La versión oficial del club asegura que Orava le practicó "una autopsia". El jugador cree que sencillamente fue operado.
Hace un mes y medio su entrenador, Vanderlei Luxemburgo, no imaginó que tendría que aferrarse a Woodgate para salvar una epidemia de lesiones que no encuentra precedentes en la historia reciente del club. Las bajas de Zidane, Helguera, Ronaldo, Baptista y Gravesen llevaron al entrenador a exprimirlo incluso cuando había dado un aviso: hace una semana sufrió una contractura en el soleo. No importó.
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