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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suceder a Fraga

La pugna para suceder a Manuel Fraga en la presidencia del PP gallego está deparando una escena insólita. Tras 16 años acorazados bajo el férreo liderazgo del fundador del partido, los populares gallegos van a tomar una decisión trascendental en un proceso con bastante más formalidad democrática: en un congreso, con urna, voto secreto, con la opción de elegir entre cualquier militante avalado por al menos 400 de los casi 2.500 compromisarios y, de momento, sin el lastre de un amaño previo entre los dirigentes.

Restablecer la democracia interna en una organización poco entrenada en sus usos puede desatar los conflictos adormecidos. Los llamamientos de Fraga a la unidad han sido ignorados, y el proceso que culminará en el congreso extraordinario de enero se caldea por momentos. Ya no sólo se enfrentan los dos grandes sectores que Fraga había conciliado bajo su mando: el afín a la dirección nacional del partido y el que combina un discurso cercano al nacionalismo moderado con una práctica clientelista de extraordinaria eficacia electoral.

Para la sucesión se han postulado hasta cuatro dirigentes, dos de ellos encuadrados en el grupo más próximo a Rajoy -el ex vicepresidente de la Xunta Alberto Núñez Feijoo y el ex consejero Enrique López Veiga-, otro que representa al sector autoproclamado galleguista -Xosé Cuiña, repudiado por Fraga, de quien fue el número dos durante una década- y el también ex vicepresidente Xosé Manuel Barreiro, que aboga por una conciliadora tercera vía.

Núñez Feijoo, el último en postularse, presenta ciertas credenciales de favorito. Sus apoyos -los presidentes del partido en A Coruña y Pontevedra, las dos provincias con más militantes- provienen de los sectores alineados con la dirección nacional. Rajoy, que no se decantará públicamente por ningún candidato, tampoco sufriría mayores daños si el vencedor fuese Barreiro, quien pretende reconstruir el consenso instaurado por Fraga. Una victoria de Cuiña, sin embargo, se convertiría en una pesadilla para el presidente nacional del PP, que tendría que soportar en su comunidad de origen una dirección abiertamente hostil. Aunque Cuiña sea el más ardoroso en sus proclamas, todos los candidatos se declaran galleguistas. En una muestra de que el PP es menos monolítico de lo que parecen sugerir los discursos de su dirección nacional, el propio Núñez Feijoo ha dicho que, en determinadas circunstancias, estaría dispuesto a gobernar con el apoyo de los nacionalistas. Si algo une a los candidatos, es la convicción de que sin unas ciertas dosis de galleguismo, el PP no volverá a ser lo que fue bajo el mandato de Fraga.

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