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Reportaje:

El asesinato de Rabin aún duele

El jefe de la seguridad del fallecido primer ministro pide una nueva investigación 10 años después del crimen

Después de las guerras de Yom Kippur (1973) y de los Seis Días (1967), los israelíes opinan, a tenor de una encuesta publicada ayer por el diario Maariv, que el asesinato del primer ministro Isaac Rabin es el tercer acontecimiento más importante para el Estado de Israel desde su fundación en 1948.

Es comprensible que el décimo aniversario del magnicidio, que se cumplió ayer, desate pasiones. Rachel Rabin, hermana del dirigente laborista, aseguró, durante una ceremonia celebrada en el cementerio Herzl de Jerusalén, que "la sociedad israelí está mucho peor que antes de su muerte". "No hemos aprendido ninguna lección", añadió, en alusión a la tolerancia, cuando no impunidad, con la que los Gobiernos de cualquier signo tratan a los radicales nacionalistas y ultraortodoxos judíos, que ahora amenazan de muerte al jefe del Ejecutivo, Ariel Sharon, por haber evacuado Gaza.

Dror Yitzhaki, jefe de la seguridad de Rabin cuando fue abatido a tiros por el extremista Yigal Amir, terció en la polémica y reclamó una nueva investigación, convencido de que el convicto no fue el único responsable del asesinato. Y destacó, en una entrevista televisada, que los servicios secretos disponían, meses antes del crimen, de información sobre las intenciones de un "pequeño yemení", origen de la familia de Yigal Amir, quien fue condenado a cadena perpetua. Yitzhaki no recibió esa información y ayer pidió una "comisión que investigue la verdad".

Pocos dudan de que los partidos de derecha, Likud incluido, y las organizaciones de colonos crearon el ambiente propicio para que un iluminado cometiera el magnicidio. Eliahu Mazza, ex juez de la Suprema Corte de Justicia, está convencido de que Amir recibió las bendiciones de algunos rabinos, pero considera probado que actuó solo. Las teorías de la conspiración se han disparado en los últimos días, con la supuesta aparición de un tercer agujero en la camisa de Rabin. Los seguidores de Amir -que también son fieles a la memoria de Baruch Goldstein, el terrorista judío que en 1994 mató en la Tumba de los Patriarcas de Hebrón a una treintena de palestinos antes de ser linchado- piden un nuevo proceso.

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