Pasavento, Nati Mistral y el público
El escritor Enrique Vila-Matas estuvo en El público, acompañado de tres lectores y del presentador del programa, Jesús Vigorra, que más bien oficia de narrador omnisciente. Se hablaba de Doctor Pasavento, un libro magnífico y nada común en el que Vila-Matas lleva a un punto crítico lo que venía diciendo desde Bartleby y compañía. Los lectores hacían preguntas que transparentaban todas las misma inquietud y perplejidad: ¿cómo es posible este deseo de desaparecer, no de dejar de ser, sino de no ser visto ni re-conocido por nadie? El escritor fue muy claro en sus respuestas y deshizo la aparente densidad metafísica del problema con alusiones a experiencias perfectamente reconocibles por todos. El libro cuenta la antiaventura del doctor Pasavento en busca de un escritor que realmente existió, el suizo Robert Walser, pero que optó por la desaparición como antídoto de cualquier identidad. Lo que en su tiempo se entendió como locura era la consecuencia del deseo de confundirse con y en el entorno (hasta en la elección de la nieve como lecho de muerte) de manera que ningún sistema de identificación posible pudiera capturarlo. Era una forma de resistencia a las formas más repugnantes del poder, que precisamente se asientan y se construyen como estrategias de identificación y control.
Fue una conversación apasionante. En el colmo de la metaliteratura, un inesperado encuentro con la política pura y dura: la renuncia a la imagen que nos dan los demás de nosotros mismos, la desaparición del campo de visión de todos y especialmente del ojo ubicuo del poder, en realidad son un intento de escapar y resistir al destino de la vida moderna, cuyo lado más oscuro es justamente la sobreabundancia de luz que proyecta sobre cada cual para escrutarlo y disciplinarlo según un modelo de identidad que se remacha en cada rito cada día de todos los años. Para que no faltara nada, una de las inevitables interrupciones de esta conversación sobre la desaparición fue una auténtica aparición: la máscara enjoyada de Nati Mistral recomendando la lectura de la Historia del diablo de Giovanni Papini pedía a gritos la respuesta de Bartleby: "Preferiría no hacerlo".
El programa debería haber terminado ahí, y no como lo hace siempre. Al final de El público siempre ocurre lo mismo: el escritor invitado escribe una dedicatoria en sus respectivos ejemplares del libro comentado a cada uno de los tres interlocutores que han intervenido. Y Vigorra, acto seguido, pide a estas tres personas que lean en voz alta la dedicatoria que, a su vez, una cámara bien cercana se encarga de mostrarnos a todos. Si siempre chirría ese final, en esta ocasión fue además un desmentido de todo lo hablado.
Desaparecer es imposible, y ése es el problema. Mientras oía a Vila-Matas recordaba la información aparecida en este periódico sobre la instalación de cámaras de videovigilancia en las calles de las ciudades andaluzas. Empezarán por Málaga, y sus valedores subrayan que esas cámaras tendrán limitada la visión hacia arriba para evitar que graben en el interior de las viviendas. Es una delicadeza innecesaria: en todas las viviendas hay un televisor que funciona como una inmensa cámara de videovigilancia global. Pero de esas cámaras habrá que volver a hablar.
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