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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevas esperanzas

Los iraquíes han aprobado rotundamente su nueva Constitución. Un 79% de los votantes y el 63% del censo, ha dicho sí a la ley fundamental. Sólo en dos de las 18 provincias -baluartes insurgentes- una mayoría de dos tercios ha rechazado el texto auspiciado por Washington y elaborado por el Gobierno interino. La transición política sigue, pues, su calendario. El próximo peldaño será las elecciones generales de diciembre, de las que ha de salir un Gobierno con un mandato de cuatro años.

Los iraquíes están demostrando un valor encomiable acudiendo regularmente a las urnas. Aunque una buena parte de los que han aprobado la Constitución lo haya hecho con la esperanza de que sea capaz de llevar alguna calma al desquiciado país árabe, sería ingenuo creer que el nuevo mojón institucional va a conseguir la paz. Los hechos vienen mostrando que el caos y la violencia se acrecientan pese al teórico afianzamiento del marco democrático. El aparente progreso político significa poco mientras se mantenga esa situación, que a la vez asfixia cualquier posibilidad de progreso económico.

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Irak viene superando desde el año pasado etapas políticas consideradas a priori cruciales, sólo para comprobarse inmediatamente los nulos efectos que la arquitectura institucional pergeñada en Bagdad bajo el manto estadounidense tiene sobre un país consumido por el terror y la miseria cotidiana que supone ganarse el pan, abrir un grifo o encender una bombilla. Los sucesivos Gobiernos iraquíes de Iyad Alaui o Ibrahim al-Jafari han sido incapaces de llevar a los ciudadanos mejoras concretas en su vida diaria.

La Constitución aprobada debería servir para intentar otra vez subir a los suníes al carro de la transición. Acostumbrados a dirigir los destinos del país, siguen sin aceptar su irrelevancia relativa en el devenir de los acontecimientos. Con su abstención en enero, de la que comienzan a arrepentirse, los suníes dejaron la redacción de la Carta Magna en manos de chiíes y kurdos. Aun considerando el victimismo inherente a la condición de quien ha dejado de beneficiarse del poder, no hay tarea más importante en Irak que retocar la nueva Constitución, antes de los comicios previstos en diciembre, para que recoja sus puntos de vista en temas tan esenciales como la reorganización territorial del país o el reparto del dinero del petróleo.

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