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Emperatriz y plebeya

Mientras la emperatriz de Japón Michiko dice que el emperador Akihito y ella echarán de menos a su hija, la princesa Sayako, cuando abandone la vida palaciega al casarse el próximo 15 de noviembre, y que perderá su condición imperial y su título por contraer nupcias con un plebeyo, el urbanista del Ayuntamiento de la capital nipona, Yoshiki Kuroda, ayer las noticias eran buenas para la familia imperial. El Japón del siglo XXI podría ver a una emperatriz sentada en el Trono del Crisantemo, después de que el comité del Gobierno sobre asuntos de sucesión se decantara a favor de que las mujeres hereden la monarquía más antigua del mundo. Tras conocerse que el citado comité respalda un cambio legal que permita el ascenso de las mujeres al trono imperial, el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, anunció que la reforma de la ley sálica nipona podría producirse en 2006, después de que el Ejecutivo presente la enmienda legislativa al Parlamento. Una vez que el Gobierno consiga la reforma, gracias a su mayoría absoluta en la Cámara baja, Aiko, de tres años y única hija de los príncipes herederos, Naruhito y Masako, podría convertirse en su sucesora y sentarse en el trono. Según la Ley de la Casa Imperial, que se remonta a 1947, cuando Japón estaba ocupado por Estados Unidos, sólo los hijos varones del emperador pueden acceder al trono.

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