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Columna
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Poesía

Para explicar la diferencia entre poeta y voz poética acudo a los discursos de la Casa Real. Los reyes en las democracias parlamentarias son ejemplos fascinantes de ventriloquia, es decir, de literatura. El poeta es el ciudadano Juan Carlos de Borbón con sus ideas políticas. La voz poética en cambio es lo que oímos en sus discursos. Una voz que ha de ser siempre neutral. Aunque el hombre, el poeta, no lo sea. El rey no escribe sus discursos: los interpreta. Juan Carlos de Borbón es un actor que encarna el personaje de rey y que declama en cada acto oficial un texto dramático compuesto en Presidencia de Gobierno. Ejemplo: en una visita oficial a un hospital de la Seguridad Social la voz poética elogiará la sanidad pública aunque el poeta dé a luz en una clínica privada.

A partir de ahora dejaré de lado al rey de España y pondré como ejemplo de divorcio entre poeta y voz poética al alcalde de Almería. No sé si Luis Rogelio Rodríguez-Comendador escribe poesías. Tal vez las inspire; cosas más raras se han visto. Tampoco sé si sus discursos oficiales como alcalde se los escribe él mismo en la soledad de su cuarto o si se los hace la dirección del PP. Lo que sí tiene, como tienen casi todos los políticos, es una vena de artista, una capacidad admirable para declamar discursos autónomos, sin relación alguna con su forma de actuar. Walt Whitman también escribía de pajarillos y de briznas de hierba aunque luego en su casa fuera muy mala persona.

En Almería se está preparando estos días un homenaje a Guillermo Langle (1885-1981), que desde su puesto de arquitecto municipal diseñó una ciudad horizontal, de casitas bajas y abierta al mar, que nunca existirá. Muchos edificios emblemáticos de Almería fueron diseñados por Langle. Una de sus obras, Ciudad Jardín, el barrio más agradable de Almería, es un ejemplo temprano de lo que hoy llamamos crecimiento sostenible: atender las demandas de la ciudad sin ceder a la codicia, sin traicionar a sus habitantes. De Langle es también la fachada del céntrico colegio La Salle, donde ahora quiere ponerse El Corte Inglés. Para darle gusto habría que derribarla. Los socialistas dicen que está protegida; pero Megino, nuestro concejal de Urbanismo, dice que no, que se puede tirar. La filosofía arquitectónica de Langle debe de espantar a este tipo de gente.

En la página web que el Ayuntamiento de Almería ha confeccionado para celebrar este homenaje se resume con desparpajo la lección langliana: "La renovación debe ir armonizada con la tradición, manteniendo una arquitectura blanca y sencilla de sabor mediterráneo, que recoja el cielo y el sol transparente de nuestra tierra. Las edificaciones altas quedan proscritas por atentar contra la escala general de la ciudad. Langle hubo de sufrir muchísimo en sus últimos años de vida ante la lamentable transformación de la escala general de la ciudad".

Esto lo dice el Ayuntamiento. No es cara dura; es la voz poética. Es lo que va diciendo por ahí nuestro alcalde poeta mientras su equipo de gobierno aprueba la construcción de diez torres de nueve pisos frente al mar y recalifica lo que haya que recalificar.

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