Guti se hace imprescindible
La lesión de Baptista obliga a Luxemburgo a dar la manija del Madrid al centrocampista, a quien intentó traspasar hace tres meses
"¿Va usted a casarse con Guti?". Es la pregunta que le devuelve Luxemburgo a un periodista que le ha interrogado por la alineación del jugador en dos ocasiones. El técnico del Madrid suelta una risita de caimán. Está en racha.
Hace tres meses, por mandato de Luxemburgo, el Madrid abrió la puerta a José María Gutiérrez, Guti, para que se buscara un destino en el mercado. "El que no esté contento aquí que se vaya", fue el mensaje público que envió al futbolista. Desde la dirección deportiva, Arrigo Sacchi y Emilio Butragueño trabajaron para detectar compradores. Se presentaron algunos clubes, como el Newcastle o el Tottenham, pero Guti les contestó que no. Que no pensaba dejar el Madrid para irse adonde no quería. A ciudades extrañas y a clubes que no consideraba a su altura. Sacchi y Butragueño se sorprendieron porque entendieron la respuesta como un gesto de arrogancia inexplicable. Luxemburgo se enfadó. El técnico brasileño siempre se sintió irritado por la displicencia del jugador. Sin embargo, con el correr de la temporada, el canterano ha sumado más de 500 minutos de competición. Los mismos que Robinho. Hoy, contra el Valencia, la paradoja se hará más patente: Luxemburgo le dará la manija del equipo.
"¿Qué perdimos sin Baptista?", se preguntó el técnico; "¡ganamos 4-1 al Rosenborg!"
La baja de Baptista ha situado a Guti en el equipo titular que ayer se entrenó en Las Rozas. "¿Qué perdimos con la lesión de Baptista y Ronaldo?", se preguntó ayer Luxemburgo; "¡sin ellos le ganamos 4-1 al Rosenborg!".
Resultó curioso ver a Luxemburgo dar testimonio de lo mucho que se gana con Guti. El entrenador de Río siempre prefirió jugar con Baptista en la media punta o en el carril del ocho. Si contra el Rosenborg decidió dar entrada a Guti en el descanso fue porque Baptista se lesionó la rodilla. Pero el cambio le salió bien y encadenó la quinta victoria consecutiva.
Dicen quienes le ven a diario entrar al vestuario que hace tres semanas Luxemburgo llevaba "un agujero en el pecho". Después de las derrotas en Lyón y Montjuïc, el técnico vivió uno de los momentos más angustiosos de sus últimos años como entrenador. El hombre aparecía silencioso, con la frente oscura. Pero el éxito sienta bien. En esto Luxemburgo no es excepcional. Poco a poco, los mismos testigos observaron cómo el globo torácico se hinchaba: "Iba sacando pecho". Con el correr de los días y las victorias su voz recobró el vigor perdido. Se atrevió a hablar con tono prepotente. Se revolvió contra alguno de esos jugadores -la mayoría- que no tienen poder dentro del club. Y machacó: "¡Yo llevo 35 años en el fútbol!".
A Luxemburgo siempre le ha preocupado lo poco que se sabe de él en España. Lo poco que le conocen los jugadores que no son brasileños. Lo poco que se le teme a este lado del Atlántico. Por eso, los jugadores madridistas le escuchan -día sí y día también-, recordándoles lo mucho que vale, lo mucho que sabe, lo claro que tiene "el esquema" y lo lejos que está de sufrir los asaltos de toda duda.
Luxemburgo gusta de afirmar que no vacila. Pero hay evidencias que lo contradicen. Contra el Valencia, uno de esos partidos decisivos a lo largo de una temporada, echará mano de Guti, el futbolista que había descartado de sus planes. El jugador que hoy es imprescindible.
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