Como la vida misma
La historia de una pareja, que fue de izquierdas en sus tiempos de estudiantes para cambiar después radicalmente -sobre todo, él- y subirse al carro de la vida fácil mediante los negocios, sirve a Pasqual Alapont para componer una comedia muy próxima al sainete progresista, con su final feliz y todo, que muchas veces paga el peaje de dejarse llevar por el ingenio fácil, lo que sigue siendo cada vez más habitual en nuestro teatro. No es ya que el mensaje sea trivial (el abandono de los ideales en favor de una vida más confortable no siempre lleva a la felicidad), sino que lo es también la disposición del texto y, muchas veces la sobreactuación de unos actores entregados a la farsa, sobre todo en la primera parte.
Bultaco 74
De Pasqual Alapont, por La Dependent. Intérpretes, Joan Gadea, Pep Sellés, Pepa Miralles. Iluminación, Víctor Antón. Vestuario, Joan Miquel Reig. Escenografía, Odeón. Música, Panchi Vivó. Dirección, Gemma Miralles. Teatro Talía. Valencia.
Por lo demás, en el haber del autor cabe anotar una cierta habilidad para complicar la estructura narrativa, de una manera un tanto innecesaria, al introducir la presencia de una especie de autor en el desarrollo de la obra, como si estuviéramos en un ensayo que va siendo corregido por el autor sobre la marcha. Aparte de eso, ocurre que no siempre los chistes son afortunados (en cierto momento ella le dice a su pareja que tiene que contarle algo importante, él responde que le dé una pista, ella le comunica que está embarazada, y entonces él dice que pedía una pista, no una autopista, etc) y que los actores están algo desaforados, salvo Pepa Miralles, más contenida que sus compañeros. Una comedia ligera, distraída a ratos, que quiere apuntar hacia la crónica de una generación, y en la que algunos de sus referentes resultan incomprensibles para el público de hoy.
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