Lluvioso fin de fiesta
Finalizaron las corridas de toros en Las Ventas con una tarde lluviosa y gris, poca gente en los tendidos, una modesta terna de toreros valientes y toros tan mansos y descastados que parecían de desecho. Terminó la temporada grande -aún quedan unas novilladas con picadores- con el ánimo desangelado, la afición escondida y vencida, y el presentimiento de que este espectáculo atraviesa momentos muy bajos sin que nadie le ponga remedio.
Pero ni la Comunidad de Madrid ni las comunidades autónomas en su conjunto muestran más interés por los toros que el que se desprende de la posibilidad de figurar en un callejón en tarde de feria. Ahí tienen, si no, la propia Junta de Andalucía, que en enero pondrá en marcha un nuevo reglamento taurino que no viene más que a adaptar la fiesta a la decadencia en la que la han sumido la irresponsabilidad de los taurinos y la dejadez de la autoridad.
San Román / Díaz, Chaves, García
Toros de Antonio San Román, bien presentados, mansos, descastados y muy deslucidos. Curro Díaz: dos pinchazos y estocada baja (ovación); media (ovación). López Chaves: estocada caída -aviso- (ovación); pinchazo, estocada baja y cuatro descabellos (ovación). Iván García: casi entera baja (ovación); dos pinchazos y cuatro descabellos (silencio). Enfermería: el subalterno Valentín Rivas, de la cuadrilla de Curro Díaz, fue volteado al poner banderillas y sufrió una contusión en la región nasal con probable fractura de huesos de la nariz y quinto metacarpiano de la mano derecha, de pronóstico reservado. Plaza de las Ventas. 12 de octubre. Menos de media entrada.
La intensa lluvia puso el broche final a la oscura tarde venteña. Arrastrado el cuarto toro arreció el agua, los tendidos se despoblaron casi por completo y la autoridad anunció un aplazamiento de 15 minutos. Transcurrido el descanso, los toreros decidieron continuar a pesar de que no había cesado la lluvia y de que el ruedo estaba absolutamente impracticable.
En pura lógica, no fue posible el triunfo, pero quedó, no obstante, el buen recuerdo de una terna valiente, hambrienta de triunfos, cuajada de vergüenza torera, que estuvo muy por encima de unos toros propios de la época: bien presentados, cornalones, mansos, descastados, y con más parecido a un buey de carreta que a un animal fiero.
Quede constancia, sin embargo, de que Curro Díaz, López Chaves e Iván García dieron en conjunto toda una lección de pundonor, de buen hacer, de disposición y valentía, que mereciera ser tenida en cuenta por quienes mandan en este negocio.
Maneras
Es Curro Díaz torero de pocas corridas, y se supone que no por gusto, sino por imposición, pero atesora unas maneras que ya quisieran los que rondan la centena. Por recursos técnicos y condiciones artísticas merece mejor suerte de la que hasta ahora le ha acompañado. Fino y elegante, bien colocado casi siempre, se enfrentó a un marmolillo primero al que le robó algunos redondos y otros de pecho de gran hondura. No bajó el tono en el cuarto, en medio del aguacero, y se la jugó de verdad como un principiante.
Había anunciado López Chaves que venía dispuesto a morir; afortunadamente, no fue necesario llegar a tanto, pero demostró que tiene valor y agallas para hacer varios toreros. Se plantó de verdad ante su primero y toreó por naturales con largura y temple. No demostró sólo gallardía, sino una buena concepción artística a base de un valor inteligente. Áspero y deslucido fue el quinto, y entre estas condiciones y el lodazal del ruedo, bastante hizo con salir ileso del envite.
Muy bien manejó el capote García tanto en un quite por chicuelinas al segundo como en otro por delantales en su primero, ante el que sólo pudo mostrar voluntad sin límites que le permitió trazar una corta tanda de naturales hilvanados con un largo pase de pecho. Muy decidido también en el sexto, tan buey como los demás, pero el fango, el agua torrencial y los tendidos vacíos no invitaban precisamente al triunfo.
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