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Reportaje:FÚTBOL | Fase de clasificación para el Mundial de Alemania 2006

El enredo de Serbia y Bosnia

Tras firmar la paz en 1995, los dos países se juegan hoy el Mundial

Ramón Lobo

Se trata de un deporte sencillo: 11 jugadores en calzón corto corren en una dirección y otros 11 en la contraria, y gana el equipo que mete un gol más. Boskov lo definió con gran sabiduría: "Fútbol es fútbol". Pero el encuentro de hoy entre Serbia-Montenegro y Bosnia-Herzegovina, el primero en la capital serbia desde la Guerra civil de Yugoslavia de los años noventa, es uno de esos partidos repletos de letra pequeña que los convierte en un enredo.

El 49% de los ciudadanos de Bosnia lo verán por televisión desde sus casas y aplaudirán cada jugada del equipo rival. No son traidores, son serbios de Bosnia, un país que el Acuerdo de paz de Dayton de 1995 dejó unido y a la vez dividido -cosas de la política- en dos entidades administrativas: la Federación croata-musulmana (capital, Sarajevo) y la República Srpska (Banja Luka). Ambas forman Bosnia, donde viven mezcladas desde hace siglos tres comunidades principales. Dos de ellas, la serbobosnia y la bosniocroata, tienen detrás países con los que mantienen fronteras comunes y que no esconden su aspiración de incorporarlos algún día, eso sí, junto a las tierras en las que viven, para formar una futura Gran Croacia o una Gran Serbia.

El 49% de los ciudadanos de Bosnia aplaudirán hoy cada jugada del equipo rival
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Alguien dijo que el fútbol es la representación ordenada, pacífica y civilizada de la guerra: dos tribus apoyadas por sus seguidores -todos disfrazados a ser posible- que se disputan una conquista: el partido. Por eso los jugadores bosnios decidieron ayer que desde las 13 horas no hablarían con nadie ajeno a la selección. Es "el partido del decenio, la última oportunidad para toda una generación de futbolistas", según Sliskovic, su entrenador. Por eso las dos selecciones cuentan con futbolistas nacidos en el país vecino. Por eso Bajic, que juega en el Partizán -nombre dado por los partisanos del mariscal Tito- de Belgrado y máximo rival local del ultranacionalista Estrella Roja, se alineará con Bosnia. Y por eso será interesante comprobar la reacción de las gradas: "Ningún partido se parece a éste", dijo ayer Munib Usanovic, presidente de la federación bosnia. "Una gran mayoría de seguidores provenientes de Bosnia pitarán a su país".

Hoy el balón será algo más que un balón. Un país, Serbia -que en los tiempos de Milosevic y de la guerra perseguía el ideal de la Gran Serbia medieval- se ha quedado en nada con los años, y en menos se va a quedar si en los próximos meses se separa Montenegro, como pretende, y se independiza Kosovo. En medio de una crisis económica y fuera de las listas de adhesión a la UE, Serbia vive una crisis de identidad. La victoria sobre Bosnia puede ser un ajuste de cuentas de ese pasado sangriento y desventurado, que ellos consideran producto de una conspiración internacional. Para Bosnia será más simple, con su territorio unido y dividido a la vez, protegido por los Ejércitos europeos para que no regrese la tentación de la guerra. Pero si gana, si logra la carambola de entrar en el Mundial de Alemania y dejar a Serbia en la cuneta, entonces será el éxtasis.

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