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Rumor de oro

Juan Ignacio Crespo

Los fondos de renta variable continúan la marcha imparable que iniciaron a finales del pasado abril y que, con altibajos, les ha llevado a acumular rentabilidades a la altura de las de los mejores tiempos. Los de renta variable europea y los que invierten en Japón acumulan, desde comienzos de año, un 18% y un 22%, respectivamente.

Dentro de los países más poderosos económicamente, sólo los fondos de renta variable norteamericana son la excepción ya que, tras mucha agitación, apenas han logrado una rentabilidad de 0,17% desde el 1 de enero, una magra rentabilidad medida en dólares, que mejora hasta el 13,4% al calcularla en euros. El efecto, pues, de apreciación del dólar frente al euro (un 12,8% en lo que va de año) compensa parcialmente la baja rentabilidad de los fondos norteamericanos.

Este peor comportamiento de la renta variable de EE UU sorprende aún más cuando se tiene en cuenta que la economía norteamericana está creciendo a un ritmo muy superior al que lo hace la de la Unión Europea; o que Japón, hasta hace sólo un par de meses, parecía estar aún inmerso en la situación de estancamiento que vive desde hace ya casi 16 años.

La explicación de esta aparente anomalía se basa en la percepción de que las bolsas europeas, y en definitiva sus empresas, están más baratas que las de Norteamérica. O, dicho de manera más técnica, que la rentabilidad por dividendo que proporciona la renta variable europea es un 40% más elevada que la de la norteamericana, lo que en definitiva hace que comparativamente aquélla sea más atractiva que ésta. De hecho, los fondos de inversión domiciliados en EE UU y cuya vocación inversora es la renta variable europea están teniendo este año captaciones de clientes y dinero muy importantes.

El buen comportamiento de la renta variable japonesa se debe también a la fuerte afluencia de inversores extranjeros que confían en que esta vez, sí, sea la buena, y que la economía japonesa haya emprendido una senda estable de crecimiento, tras varios intentos fallidos a lo largo de la pasada década. Aunque, todo hay que decirlo, los fondos que invierten en Japón se están beneficiando también de las expectativas que ha generado la victoria de Junichiro Koizumi en las recientes elecciones generales y del eventual cumplimiento de una de sus promesas electorales: la privatización del servicio de correos. Que un país tan dependiente en cuanto a recursos energéticos como Japón inicie un proceso expansivo de su economía (y lo celebre con una fuerte subida de su Bolsa) en plena escalada de los precios del petróleo, es una más de las paradojas de comportamiento a las que estamos asistiendo este año.

De entre los fondos europeos de renta variable destaca la rentabilidad de los que invierten Austria (38%), siendo también muy buena la trayectoria de los que lo hacen en Australasia (30%), los primeros beneficiados por los intercambios con países emergentes del Este de Europa y los segundos por la fuerte subida de las materias primas.

Pero los fondos que invierten en países emergentes se siguen llevando la palma: 68% promedio para los fondos que invierten en Rusia y 53% para los que los hacen en las bolsas de Latinoamérica (ambas rentabilidades medidas en euros).

En el puesto número 20 por rentabilidad media acumulada en el año (de entre un total de 165 clases diferentes de fondos) se encuentran los que tienen como objetivo de inversión el oro y los metales preciosos, no en su forma de materia prima sino a través de empresas que cotizan en Bolsa y que tienen como actividad principal la extracción de esos metales. Pues bien, esa clase de fondos son los que en el último mes han tenido un mejor comportamiento (18%), algo que no ha sido inusual a lo largo de los últimos cinco años.

La clave de esa buena rentabilidad media de la categoría de fondos de oro y metales preciosos está en que los últimos cinco años coinciden con el periodo de depreciación acelerada del dólar y, como es bien sabido, cuando el dólar se deprecia, el precio de la onza de oro sube. Lo extraordinario (dentro de las muchas cosas extraordinarias que han tenido lugar en este mes de septiembre que acaba de terminar) es que el precio del oro ha estado subiendo (y con él los fondos especializados en el sector) sin que el dólar se estuviera depreciando; o, más bien, mientras el dólar se ha estado apreciando.

El porqué de que el oro esté subiendo de precio mientras el dólar se fortalece es uno de los muchos enigmas del momento actual. La interpretación más habitual es que comprar oro es una manera de protegerse contra la inflación. Pero los tipos de interés de largo plazo no están reflejando la amenaza de la inflación, por ahora. ¿De qué deberíamos protegernos, pues?

Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.

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