Buenos goles, malas celebraciones
El Madrid fulmina al Mallorca con exhibición de sus brasileños, que volvieron a demostrar su pésimo gusto en los festejos
El Madrid marca grandes goles, pero los celebra mal. Los brasileños han descubierto la parte festiva de la zoología y escenifican la cucaracha, el canguro y el salto del potro. Los demás, miran. Además de hortera, la celebración tiene un lado sectario que no gusta a los aficionados. El resto del equipo queda al margen, bien porque no está invitado a la fiesta, o porque nadie se anima a participar en el ritual. Detrás de la coreografía hay algo más que un problema de forma. Suena a equipo dividido, de clanes muy marcados. Uno es el de los brasileños, que ayer hicieron bingo frente al Mallorca. Anotaron los cuatro goles, algunos de ellos espectaculares, pero a la fiesta no se sintieron invitados los españoles, o eso pareció.
REAL MADRID 4 - MALLORCA 0
Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Sergio Ramos (Woodgate, m. 68), Roberto Carlos; Beckham, Pablo García, Guti (Zidane, m. 61); Baptista; Raúl (Robinho, m. 68) y Ronaldo.
Mallorca: Prats; Cortés, Ballesteros, Potenza, Navarro; Campano, Farinós, Arango, Peralta (Tuni, m. 54); Okubo y Yordi (Choutos, m. 68).
Goles: 1-0. M. 33. Ronaldo lanza un zurdazo desde el vértice del área que se cuela junto al poste. 2-0. M. 45. Córner que saca Beckham y Roberto Carlos empalma. 3-0. M. 65. Falta que transforma Roberto Carlos. 4-0. M. 77. Baptista remata desde cerca.
Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó por dos tarjetas amarillas a Ballesteros (m. 76). Amonestó a Navarro y Farinós.
Unos 70.000 espectadores en el Bernabéu.
El peso de los brasileños en el Madrid es enorme, y de eso se beneficia. Tiene a varios de los mejores jugadores del mejor equipo del mundo. Eso se nota en su capacidad para decidir partidos. Frente al Mallorca resolvieron el encuentro sin despeinarse, con remates duros y precisos. O sea, la especialidad de Ronaldo y Roberto Carlos. Del cuarto se ocupó Baptista que aprovechó de nuevo sus fogosos ingresos en el área. Detrás quedaron las inapropiadas celebraciones de los goles y un partido muy sencillo para el Madrid. Ganó al paso. Fue una noche tranquila en Chamartín, frente a un rival que tradicionalmente ha complicado la vida al Madrid. Pero los tiempos de Eto'o han pasado. Este Mallorca no tiene ninguna de las señas que le identificaban en la etapa anterior de Héctor Cúper. Está menos armado, es menos competitivo, tiene peores jugadores y apenas dice nada en el campo. Un equipo vacío.
Hubo un amago de partido en la primera parte. El Mallorca colocó todos los diques posibles cerca de su área y esperó al Madrid, que se lo tomó con tranquilidad. Fuera de algún tiro libre de Beckham y Roberto Carlos, el Madrid regresó a la rutina. El juego era lento, pesado, sin vigor. No lo necesitaba. Por decepcionante que resultara su fútbol, el Madrid estaba en otra galaxia. El Mallorca daba síntomas de vulgaridad en todas las líneas. Ni tan siquiera se permitió algún detalle de Arango y Okubo, los dos jugadores más interesantes del equipo. Todos querían pasar desapercibidos en la mediocridad. El encuentro estaba pintado para una cómoda victoria del Madrid. Sólo faltaba el detonante.
Ronaldo se encargó de abrir la cuenta y de cerrar el partido. Fue otro estacazo de gol, aunque se encontró con algunos amigos por el camino. Recibió la pelota en el medio campo, junto a la raya derecha, y comenzó a trazar la diagonal más tranquila del mundo. Era Ronaldo, pero podía ser un jubilado. Nadie le salió al paso, y eso es mortal con el delantero brasileño, que sacó un repentino zurdazo. La pelota entró como un tiro junto al palo contrario. De una jugada trivial, Ronaldo sacó el gol que decidió el partido. Hizo el canguro, le acompañaron Roberto Carlos y Baptista, miraron sin demasiado entusiasmo el resto de los compañeros y fue presenciado por Robinho, que no se pudo agregar a la fiesta. Estaba en el banquillo.
Ha surgido un amago de debate con Robinho que, en realidad, es un síntoma de los tiempos que corren. Hace un mes era el nuevo mesías del Madrid; ahora se cuestiona su categoría. Hay teorías para todo. Desde que se ha dejado influir por los coroneles del vestuario, hasta los drásticos que le consideran un paquete en bicicleta. Todo porque no ha jugado bien dos partidos. El chico juega en Brasil siete partidos sin apenas prepararse, asiste a la tensa negociación de su traspaso, baja del avión en Barajas, arma el taco frente al Cádiz, el Celta y el Lyon, regresa a Brasil para jugar dos partidos con la selección, vuelve a España y le da por jugar mal dos partidos. Naturalmente, se declara el apocalipsis. Pero lo único evidente es que el protagonista es un muchacho de 21 años, consumido por la excitación de su fichaje, las consecuencias de sus tres primeros partidos y un calendario que devora a cualquiera. Lo normal es pagarlo y entrar en un periodo valle. Ya volverá.
El tanto de Ronaldo sentenció el partido, que no se modificó en ningún instante. Roberto Carlos puso los clavos a la derrota del Mallorca con una volea extraordinaria, a la que siguió otro zurdazo en el tercer gol, ante la ensimismada defensa del Mallorca. Allí figuraba Ballesteros, uno de los futbolistas más característicos de la Liga española. Es el duro de toda la vida y no deja pasar la ocasión de demostrarlo. Salió expulsado, como es habitual. El público silbó a Ballesteros, ovacionó a Zidane cuando sustituyó a Guti y se admiró con Michel Salgado, incansable durante todo el encuentro. En un partido donde nadie gastó un gramo innecesario de energía, Salgado fue una bomba nuclear.
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