"Será imposible hacer un equipo igual"
Los compañeros de los cinco obreros ecuatorianos muertos en un accidente de tráfico están destrozados por su pérdida
"Será imposible hacer un equipo con tantos profesionales y que se llevaran tan bien entre ellos. Por algo éramos la mejor cuadrilla de todo el túnel...". Así, con los ojos enrojecidos y mucho dolor, se refería un compañero a los cinco obreros ecuatorianos que murieron el miércoles en un accidente de tráfico. Éste ocurrió después de que se saliera de la vía la furgoneta Opel Zafira en la que viajaban ocho personas y dieran varias vueltas de campana, en el kilómetro 30,700 de la M-607, en Colmenar Viejo. La desolación se ha adueñado del resto de trabajadores. Alguno de ellos no tiene ganas de estar 12 horas en el tajo sin los cinco fallecidos.
La forma de trabajar de esta cuadrilla era singular, según reconoce un capataz de los túneles de San Pedro para el futuro tren de alta velocidad entre Madrid y Valladolid. Sus principales características eran su altísima profesionalidad y su dedicación a los tajos que desempeñaban.
Los trabajadores se conocían de antes en algunos casos, pero nunca habían formado el equipo de 15 personas que estaban ahora en el turno 2. Con antelación fueron contratados en la construcción de carreteras y en otros túneles, como el de Guadarrama. "Hemos tenido mucha suerte porque, cuando la empresa nos juntó, no sabían que todos íbamos a funcionar tan bien", comenta un obrero.
"Es fácil además porque cada uno sabía hacer muy bien su trabajo. Por eso habíamos conseguido avanzar el doble de recorrido que otras cuadrillas", añade otro compañero. Todos prefieren el anonimato. No saben si les traerá consecuencias en la empresa el hablar con los medios de comunicación.
El grupo era heterogéneo. Estaba formado por ecuatorianos, dominicanos, españoles, rumanos y colombianos. La unión temporal de empresas (UTE), que construye los túneles de 8,9 kilómetros bajo el monte de San Pedro, en Colmenar Viejo, valoró a la hora de contratarlos sobre todo su experiencia.
Luis Eladio Haro, de 36 años, era un destacado encofrador. Su trabajo consistía en proyectar sobre el hormigón un líquido (gunita) que fragua en tan sólo dos minutos. César Augusto Ochoa Jaramillo, de 26 años, era barrenista: se encargaba de meter cuñas para asegurar los anillos de protección del túnel. Por su parte, Luis Alberto Chamba, de 25 años, y César Antonio Guarnizo Cortés, de 35, tenían como cometido bombear la gunita. Por último, Ángel Esteban Reyes Amado, de 36 años, trabajaba como mecánico de las cintas que transportan el mineral fuera del túnel.
"El ambiente de trabajo era muy bueno. Cuando el ingeniero nos encargaba un trabajo, siempre se lo terminábamos en el tiempo previsto", comenta un obrero, "la gente respondía y eso se notaba en los resultados".
"También es duro que no hayan muerto en el túnel, con lo arriesgado que es y el peligro que corremos, y que hayan perdido la vida nada más salir de divertirse un poco", añadía otro compañero que ha trabajado en siete túneles en los últimos 12 años.
Uno de estos trabajadores recuerda además que en las últimas semanas se registraron dos accidentes graves. Un obrero se partió la mandíbula por tres partes y otro se fracturó un tobillo de parte a parte. "Pasamos 12 horas metidos en la tierra, con desprendimientos continuos de roca, y con un riesgo total por un sueldo mísero [entre 1.800 y 2.000 euros al mes] en comparación con lo peligroso que es. Y justo mueren de vuelta al trabajo por un fallo", añade este obrero.
El dolor de los compañeros ha hecho que algunos se planteen volver a bajar al túnel. Saben que lo que les ha pasado a sus compañeros nada tiene que ver con su empleo, pero temen el shock que les producirá entrar bajo tierra sin las sonrisas de esos colegas. "Siempre estábamos de broma y nos contábamos todo", añaden.
Los portavoces de los hospitales Ramón y Cajal y La Paz informaron de que los dos heridos graves en el accidente, César Oliveiro Moreta Cisneros, de 30 años, y Milton Fernando Lima Valencia, sin edad conocida, seguían ayer ingresados y estables dentro de la gravedad en las unidades de cuidados intensivos (UCI).
"Destrozado"
El que también se encuentra "destrozado" por el dolor es el conductor de la furgoneta, José Manuel P. M., de 22 años, según su madre, Sonia. Ayer recibió el alta médica en el hospital La Paz sobre la una de la tarde y regresó a su domicilio en Puente de Vallecas. "No recuerda nada de lo que ocurrió. Está muy afectado por las muertes de sus compañeros", concluyó la progenitora.
La Guardia Civil no ha interrogado aún a José Manuel P. M. Su abogado, Alfonso Corredera, asegura que su cliente está tomando medicación para una alergia, lo que pudo potenciar el efecto del alcohol. "A eso se unió el cansancio de haberse levantado muy pronto, sobre las cinco de la mañana, para ir a trabajar. Por eso estaba agotado. Además, apenas cenó esa noche", concluyó el letrado.
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