Impactante arranque

Las relaciones entre música y teatro -o, si se quiere, entre música y palabra- son más complejas de lo que parece a primera vista. Sobre todo, si se exploran los aspectos menos convencionales y se recurre a nuevas tecnologías para impulsar estéticas de futuro. El Festival Internacional de Música Contemporánea de Venecia dedica preferentemente su actual edición a reflexionar sobre la teatralidad de la música. Su director, el compositor Giorgio Battistelli, sabe mucho de esto, tanto teórica como prácticamente, y ahí están para confirmarlo sus fértiles colaboraciones con La Fura dels Baus.

La jornada inaugural fue impactante. Las tres sesiones que ocuparon los espacios estelares de La Fenice y el teatro Malibran estuvieron dedicadas a monográficos alrededor del veneciano Nono, del alemán Goebbels y del franco-griego Aperghis. En todas hubo lleno. Y es que era difícil resistirse al atractivo de las propuestas, por muy maratoniano que fuese.

De Nono se programó Y entonces comprendió, un trabajo sobre la revolución cubana -dedicado al "Che Guevara y a todos los compañeros de las Sierras Maestras del mundo"- para seis voces femeninas y cinta. El concierto fue precedido por una charla de Marinella Ramazzotti, de la Universidad de Cagliari, que hizo hincapié en lo que supone la "historia de una ópera no escrita". Al margen de sus intenciones políticas, la obra se mantiene hoy musicalmente con una frescura excepcional. Además, se vio beneficiada por una magnífica interpretación del grupo vocal Netzwerk Musik de Saar, dirigido por Stefan Litwin. La teatralidad aquí surgía de la utilización de las voces en un juego de contrastes expresivos y testimoniales, éticos y estéticos, lingüísticos y dramáticos.

Contraste de estéticas

El lindo teatro de La Fenice acogió en su escenario un tinglado de andamios metálicos en que se apoyaban grupos de instrumentistas. El contraste de estéticas entre el escenario y la sala era conmovedor. Heiner Goebbels puso en juego toda su parafernalia y su ingenio, su sentido del espectáculo y su gama de efectos especiales en Surrogate cities. Venice, en cuyas imágenes proyectadas se incluían, además de las de Venecia, alusiones a otras ciudades como Nueva York, Londres, París, Sapporo y Oviedo. La versión fue musicalmente irreprochable, aunque algo reiterativa. Los valores teatrales procedían, obviamente, de la concepción escenográfica.

Con Aperghis, la sugerencia teatral era, por un lado, visual, con un escenario de docena y media de máquinas visuales diseñadas por Claudine Brahem, y, por otro directamente teatral gracias a la presencia del actor y percusionista Jean Pierre Drouet, un auténtico terremoto en su deslizamiento de un artefacto musical a otro. La jornada había valido la pena.