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Crónica:FÚTBOL | Quinta jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ronaldo impone su ley

El delantero brasileño, con dos acciones eléctricas, gana para el Madrid un partido complicado ante un Alavés vigoroso

Ronaldo apareció en estado puro y ésa es una pésima noticia para cualquier rival del Madrid. El meritorio partido del Alavés se fue al garete cuando Ronaldo decidió imponer su ley. Había pasado desapercibido, más cerca de la apatía que nada, en medio de un duelo interesante por fuerte. Pero allí nadie decidía las cosas. Hasta que apareció el delantero letal. Tres intervenciones le bastaron para marcar las diferencias y proclamar que es un delantero sensacional. Ganó para su equipo un encuentro complicado, lo hizo a su manera, con dos acciones eléctricas, típicas de Ronaldo, que no será el más activo de los futbolistas, pero sí el más decisivo. Que se lo pregunten a los abnegados defensas del Alavés.

ALAVÉS 0 - REAL MADRID 3

Alavés: Costanzo; Edu Alonso, Juanito, Pellegrino, Carreras; De Lucas (Mena, m. 74), Carpintero (Arturo, m. 78), Astudillo, Nené; Aloisi (Rubén Navarro, m. 64) y Bodipo.

Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Sergio Ramos, Roberto Carlos; Beckham (Diogo, m. 85), Pablo García, Guti; Baptista (Gravesen, m. 79), Raúl (Robinho, m. 72); y Ronaldo.

Goles: 0-1. M. 60. Ronaldo marca desde la frontal del área, tras un error de la defensa del Alavés. 0-2. M. 83. Pase en largo de Beckham que aprovecha Ronaldo para batir a Constanzo. 0-3. M. 90. Ronaldo asiste a Robinho en el interior del área, éste falla y Guti marca en el rechace.

Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Carpintero, Pablo García, Roberto Carlos y Beckham.

14.596 espectadores en Mendizorroza.

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El Alavés cerró la serie de equipos recién ascendidos que se han enfrentado al Madrid en el comienzo del campeonato. No es el peor calendario, desde luego. Venció en Cádiz entre agonías y bicicletas de Robinho, perdió con el Celta en el Bernabéu y salió vencedor de Vitoria, donde el fútbol es una fiesta de goles. En el mismo campo donde el Getafe se dio un festín, el Madrid marcó tres, dos de Ronaldo y uno de Guti, que se animó a última hora. El Madrid tardó en cogerle el truco a un partido de alto voltaje, de pierna fuerte y mucho remate. Sobre todo contra la portería de Casillas, que pasó la tarde entre estiradas y sustos. Los delanteros y centrocampistas del Alavés atacaron con decisión y no se perdieron en barroquismos. Con jugadores muy viajados, algunos de ellos especialistas en complicar la existencia al Madrid, el Alavés jugó la clase de partido que detesta el Madrid. Su fútbol fue intenso y vigoroso. Jugó sin desmayo, hasta que el peso de la fatiga se hizo demasiado evidente. Fue un equipo valiente, rápido y directo. Y eso al Madrid le hace daño.

Luxemburgo se dio un lujo que no puede permitirse. Dejó a Robinho en el banquillo. Aunque siempre puede contar con el mazo de Ronaldo, el equipo no está para concesiones tan generosas. Es posible que Robinho acuse la fatiga de tanto trajín en los últimos meses, pero el Madrid le necesita de cualquier manera: alegre, cansado o dormido. Robinho significa el valor de lo imprevisto en un equipo sin demasiada fantasía. Tiene los goles de Ronaldo, la astucia de Raúl, el poderío de Baptista para ingresar en el área y cazar remates, el pie derecho de Beckham y el recuerdo de la velocidad de Roberto Carlos. En el mejor de los casos, también tiene el ingenio de Guti para trazar pases imposibles, pero no fue el caso en Mendizorroza. Guti se tapó durante una hora. Se trata, en definitiva, de un equipo sin regateadores. Aunque el regate esté muy desacreditado en estos tiempos, siempre será un arma indispensable cuando se utiliza adecuadamente. Es decir, como Robinho.

Sin Robinho, el Madrid no se arrugó en un partido muy exigente. No le faltó coraje para sobreponerse a la primera avalancha del Alavés, que tiró con bala gruesa: seis remates en los primeros doce minutos, y no remates cualquiera. Casillas tuvo que rechazar algunos, preocuparse por otros y pasar muy mal rato en un mano a mano con Bodipo, que recibió un regalo de Ronaldo y se fue como un tiro hacia la portería. Pero Bodipo no es Romario. Se le aceleró el pulso y no encontró el rincón. El Alavés era un martillo, un equipo que desplegaba una actividad frenética en todas las zonas del campo. Los delanteros percutieron una y otra vez sobre los centrales madridistas; Nené le dio algo más que conversación a Míchel Salgado y los centrocampistas se asomaban al área para rematar con una frecuencia sorprendente. Enfrente, el Madrid no capituló pero tardó muchísimo en manejar el encuentro.

Al Madrid le faltó en la primera parte variedad en el juego y la creatividad que se le debe exigir. Sin Robinho es más difícil. Con un apocado Guti, todavía más. El asunto quedó en manos de Roberto Carlos, que comenzó a rematar por contagio. Vio lo que hacían los jugadores del Alavés con Casillas y quiso hacer lo mismo con Costanzo. El más activo, sin embargo, fue Baptista, de nuevo imparable en sus llegadas al área y de nuevo irrelevante en el juego. Es así y dificilmente cambiará. Sin mucha variedad de recursos, el Madrid tuvo la virtud de rebajar la intensidad del encuentro. Con todas las dificultades que atravesaron, los defensas nunca se vieron superados por los acontecimientos. Los centrocampistas tuvieron una tarde discreta, pero empujaron. Y los delanteros, ya se sabe: expertos en cazar goles. Ahí es donde Ronaldo marca diferencias con cualquiera. Siempre ha sido una máquina de producir goles. No parecía disfrutar en Mendizorroza, donde los defensas rascan duro y donde tampoco encontraba a nadie que le pusiera un pase decente. Tenía un aire ausente en mitad de un partido sin tregua. Todo el mundo se peleaba por la pelota, todos recorrían el campo con energía, todos andaban metidos en faena. Ronaldo, no. Ronaldo esperaba su momento, nada más. Cuando llegó, no lo desaprovechó.

El Madrid había logrado controlar el partido en el segundo tiempo. No inclinó el campo, pero comenzó a jugar sin las angustias del primer tiempo. A su juego sólo le faltaba pimienta. Era un fútbol correcto que necesitaba algo de agitación. Un martillazo de Ronaldo, por ejemplo. Ronaldo tiene una cualidad singular: resuelve las jugadas de manera instantánea, antes de que el personal se entere del peligro. Sí, todos los defensas del mundo saben que Ronaldo es temible, y desde luego le vigilan más que a nadie en el planeta del fútbol. Pero la realidad es que no hay antídoto contra él. Butragueño diría que es un ser superior, pero gastó el elogio con su jefe. El caso es que hay algo superior en Ronaldo, una mezcla de potencia, velocidad y precisión que convierte a los centrales en muñecos. Está una generación por delante. Hace las cosas de los demás, pero a una velocidad supersónica. Su respuesta a un rechace de la defensa del Alavés fue eléctrica. La pelota tropezó en dos cabezas y cayó frente al delantero brasileño. Lo siguiente que se vio fue a Costanzo dirigiéndose a la red. Un misil acababa de superarle.

Como Ronaldo es jugador de escasas pero decisivas intervenciones, se reservó el derecho a decidir el encuentro en las dos siguientes: falló la primera porque el palo rechazó su tiro y aprovechó la segunda como es habitual. Allí se acabó la historia. Ronaldo no es Bodipo. Superó al portero como quien lava y abrió el margen necesario de seguridad para el Madrid, en medio de la crecida final de Guti, otro futbolista singular.

Ronaldo, Robinho y Roberto Carlos, en el suelo, celebran junto a Beckham el tercer gol.
Ronaldo, Robinho y Roberto Carlos, en el suelo, celebran junto a Beckham el tercer gol.REUTERS

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